ALICANTE 25 May. (EUROPA PRESS) -
La Guardia Civil de Alicante ha detenido a un hombre de 58 años como el presunto atracador a siete sucursales bancarias en Alicante y Murcia, en los que se llevó 350.000 euros, que estaba en búsqueda y captura desde 2013. Asimismo, se ha detenido a su compañera sentimental, de 48, por su presunta implicación, según ha informado el Instituto Armado en un comunicado.
En el momento de la detención, en la localidad alicantina de Hondón de los Frailes (Alicante), se les intervino dos revólveres, tres cajas de munición compatible con los mismos, unos 50.000 euros en efectivo, y capuchas y efectos que utilizaban durante los hechos delictivos.
En la provincia murciana realizaron dos golpes: en El Siscar, y El Raal; y en Alicante fueron cometidos en Granja de Rocamora, Monforte del Cid, Raiguero de Bonanza, Sax, y La Murada, siendo ésta la última localidad afectada, en donde consiguieron un botín de casi 80.000 euros.
El atracador durante más de 4 años ocultaba su rastro y solo aparecía para atracar sucursales a cara descubierta. Estas sucursales habían sido previamente seleccionadas tras un minucioso estudio y análisis por parte del atracador. Precisamente que actuara a cara descubierta era lo que "tenía en vilo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad", según las mismas fuentes.
Otra característica que alarmaba a los empleados de banca era su actitud "calmada y paciente". Así, "asustaba sobre todo por su templanza ya que revólver en mano, se sentaba tranquilamente a esperar mientras se consumía el tiempo de apertura retardada, que como medida de seguridad tienen las cajas de las sucursales, y es que el presunto autor de los robos tenía controlados todos los detalles.
Al parecer, el atracador se desplazaba durante días a la localidad de la sucursal elegida, y realizaba un minucioso estudio para dar el golpe sobre vías de escape, tiempos de reacción de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, fechas y horarios de reparto de los camiones blindados, costumbres de los empleados, medidas de seguridad, y un largo etcétera de detalles que luego le servían para cometer robos "limpios y seguros", y así dificultar lo más posible la investigación policial, han explicado.
Las oficinas elegidas estaban situadas en poblaciones pequeñas o pedanías, pero con múltiples accesos, para facilitar la huida, y eran sucursales con poco trasiego de clientes, para tener mayor seguridad durante el golpe.
Aunque actuaba a cara descubierta, ha sido muy difícil encontrarle, a pesar de haber solicitado colaboración de los ciudadanos por redes sociales, y de que su fotografía llegó a hacerse viral.
Al parecer el detenido usaba gafas, con una importante graduación y gran tamaño, en su vida diaria que al quitárselas para cometer los golpes cambiaba "radicalmente de aspecto y parecía otra persona".
Una vez cometido el robo, volvía a colocarse las gafas, se rasuraba el pelo y recuperaba el aspecto "bonachón" por el que era conocido en su entorno, según las mismas fuentes.
Durante los largos periodos que permanecía "dormido", en su actividad delictiva, trabajaba de cara al público, regentando una frutería, y nadie lo asociaba al atracador buscado. Los agentes creen que su compañera sentimental le ayudaba a estudiar las sucursales.
Su modus operandi era siempre el mismo, entraba en la sucursal y entablaba conversación con algún empleado. Durante un momento de la conversación sacaba el arma, con tranquilidad, y amenazaba al empleado apuntándole y exigiendo el dinero. Hasta en tres ocasiones había llegado a maniatar a los empleados del banco con bridas de plástico para sentirse más seguro.
SU PADRE, TAMBIÉN ENCARCELADO POR HECHOS SIMILARES
Una vez con el dinero en su poder, emprendía la huida con la misma discreción con la que había entrado, sin despertar las sospechas del resto de ciudadanos. Además de tener antecedentes -había pasado largos periodos de tiempo en prisión, lo que podría haberle dado esa templanza fruto de experiencias anteriores- su padre también estuvo encarcelado en numerosas ocasiones por hechos similares.
En el momento de su detención, llevaban encima 50.000 euros que habían robado tan solo 48 horas antes en la localidad de La Murada. Posteriormente, en el registro del domicilio, se encontraron los dos revólveres que utilizaba para los atracos, y diversa ropa empleada en ellos.
Tras la detención, el hombre de 58 años y la mujer, de 48, han sido puestos a disposición judicial, ingresando él en prisión preventiva sin fianza, y ella en libertad provisional con cargos.