Pesadillas recurrentes, miedo a la lluvia y bloqueos, entre los síntomas que pueden padecer niños y adolescentes
VALÈNCIA, 28 Nov. (EUROPA PRESS) -
Un mes después de la dana, Save the Children pone el foco en el impacto que ha supuesto este desastre natural en la salud mental de los más de 71.000 niños y niñas que viven en las zonas más afectadas, especialmente en aquellos que han vivido ya una pandemia y un confinamiento, han visto varios conflictos armados por las redes sociales o televisión y ahora han presenciado cómo un desastre natural destruía sus hogares.
"Hay miles de niños y niñas que no han conocido otra cosa que vivir en una constante emergencia. Estos niños y niñas y sus familias necesitan urgentemente atención psicológica, porque el impacto en su salud mental ha sido enorme. Es muy importante que tratemos la salud mental de niños y niñas ahora para evitar problemas mayores en el futuro", recalca, en un comunicado, el director de Save the Children en la Comunitat Valenciana, Rodrigo Hernández.
La destrucción de colegios, la interrupción de su educación y el impacto en las familias ha generado un entorno de inseguridad y estrés entre niños, niñas y adolescentes. Una situación que no es nueva ya que muchos de esos niños y niñas han revivido situaciones similares a las que experimentaron durante el encierro de la covid.
Así, la organización alerta de que algunos de los síntomas que sufrieron en la pandemia están reapareciendo, lo que supone volver a revivir un trauma. Además, la televisión y las redes sociales pueden incrementar su sensación de inseguridad, con conflictos como los de Ucrania y Gaza.
Entre los síntomas que la organización identifica en su trabajo con los niños y niñas de las zonas afectadas, están las pesadillas recurrentes, el miedo a la lluvia o pueden incluso vomitar o tener ataques de ansiedad. "Algunos niños y niñas están desarrollando mutismo o no duermen por la noche. También hay niños y niñas que se han olvidado de leer y escribir a los 9 años, otros nos dicen que huele a muerto en la calle y no quieren salir de casa", ejemplifica Hernández.
Save the Children asegura que muchos de los niños y niñas más pequeños están viviendo la situación en función de cómo la viven sus familias. "Los adultos son como los ojos a través de los que niños y niñas ven esta realidad. Por ello, es importante que las familias puedan mantener la calma en la medida de lo posible, ya que demostrar autocontrol ayuda a que los niños y niñas se sientan seguros", afirma Hernández.
Milagros es una madre afectada por la dana en Catarroja y sus dos hijas, de cuatro y nueve años, han experimentado problemas de salud mental, especialmente la menor. "Las que han sufrido más son mis hijas, y los niños, no solamente mis hijas, muchos niños. La pequeña me decía que no quería salir de casa, que la lleváramos a casa. Pero nos tocó salir y caminar mucho porque era la única manera de llegar a Valencia, caminando. Ahora me dice muchas veces que no quiere salir más", explica Milagros.
Milagros antes del paso de la dana ya se encontraba en una situación complicada: trabajaba en la economía informal limpiando casas, y ahora lo ha perdido todo. "Su caso no es único, ya que más de 36.000 niños y niñas menores de 16 años de las diferentes zonas afectadas estaban ya en riesgo de pobreza o exclusión social antes de la catástrofe según el Instituto Valenciano de Estadística, por lo que si acceder a un psicólogo ya era algo complicado ahora es prácticamente imposible. Si queremos reconstruir la Comunitat Valenciana de forma efectiva tenemos que empezar por la infancia más vulnerable", señala Hernández.
En el caso de los adolescentes, los síntomas más frecuentes son los bloqueos y no querer hablar sobre el tema. Actualmente, algunos adolescentes experimentan ira, rabia, problemas de sueño y confusión, pero poco a poco algunos de ellos y ellas entrarán en una etapa de tristeza.
Muchos menores de esta franja de edad se aíslan en sus habitaciones con sus dispositivos móviles en redes sociales, con tablets, jugando a la consola o viendo la televisión. En algunos casos, también se están acentuando los trastornos de conducta alimentaria y de ansiedad.
RECOMENDACIONES PARA FAMILIAS
Save the Children recomienda a las familias controlar el acceso a noticias ya que las imágenes e información repetitiva pueden aumentar la ansiedad. También advierten que es importante no ocultarles la realidad a los niños, niñas y adolescentes, sino explicársela con un lenguaje adaptado a su edad y no sobreinformarles.
Otra de las sugerencias es intentar ofrecer a los niños, niñas y adolescentes una visión más positiva de la catástrofe, centrada en la solidaridad y en lo que se está haciendo para solucionar la situación.
Es necesario observar, dar espacio y escuchar a niños, niñas y adolescentes. Si muestran señales de estrés postraumático, ansiedad prolongada o cambios significativos en su comportamiento (pesadillas frecuentes, retraimiento social, llanto constante), especialmente entre 6 y 8 semanas después de la crisis de la dana, puede ser recomendable buscar ayuda de un profesional.
ATENCIÓN PSICOLÓGICA Y PAUTAS PARA FAMILIAS
La ONG considera "fundamental la implementación de medidas de acompañamiento psicosocial para responder al impacto de la catástrofe en el bienestar emocional de los niños y niñas, especialmente en situaciones de mayor vulnerabilidad". Además, para la organización es necesario que se desarrollen programas de formación al profesorado sobre apoyo psicosocial y educación emocional, para incorporarlo en la gestión de aula y la docencia.
Desde la organización consideran también que se debe brindar a niños, niñas y adolescentes y a sus familias información sobre las reacciones emocionales normales después de un desastre y cómo manejarlas.
Tras el paso de la dana y la destrucción y cierre de colegios, Save the Children ha puesto en marcha hasta el momento espacios seguros y amigables para la infancia en Sedaví y La Torre, ubicados en las zonas más afectadas. En estos espacios un equipo de profesionales, entre los que hay trabajadoras sociales, psicólogos, educadoras o pedagogos, ofrecen a los niños y niñas apoyo emocional, físico y educativo en un entorno seguro, a la vez que están protegidos. Además, realizan actividades deportivas, creativas y también juegan.
"Aquí no solo están a salvo de riesgos físicos y de cualquier tipo de violencia, también continúan su educación y se les proporciona atención psicológica para que puedan procesar sentimientos de miedo, pérdida y ansiedad en un ambiente seguro. Después de una tragedia como la que han vivido, en estos espacios pueden volver a ser lo que son: niños y niñas", explica Hernández.