Crítica de Mi amigo el gigante: Spielberg, cazador de sueños... deudor de magia

Mi amigo el gigante
TRIPICTURES
Actualizado: viernes, 8 julio 2016 17:36

MADRID, 8 Jul. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -

El gran gigante bonachón, el cuento del legendario Roald Dahlc cobra vida de la mano de Steven Spielberg en Mi amigo el gigante. Una preciosista adaptación en la que el cineasta despliega todo su poderío visual para componer un entorno fascinante pero en la que no llega a emocionar como sí lo hicieron sus anteriores incursiones en el cine fantástico y familiar.

Fiel al tono pausado e infantil de la obra en la que se basa, Spielberg le pone entusiasmo. Mucho. Pero no hay emoción. Al servicio de la historia del gigante bonachón y de su pequeña amiga Sophie hay un enorme despliegue de esmerados medios tecnológicos, pero, más allá del fugaz impacto de los efectos especiales, la magia no brota de las entrañas de esta aventura, y el entrañable cuento se convierte por momentos en una preciosa pero aséptica postal de parque temático infantil.

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Pero aunque no sea tan redonda como pudiera haber sido, o como se esperaba del genio responsable de E.T., Indiana Jones, Jurassic Park o la más reciente adaptación de Tintín, hay dos cosas que no se le pueden negar a Mi amigo el gigante. La primera, ya apuntada, es el cariño y dedicación -casi mimosa veneración- con la que el director se acerca al cuento Roald Dahl y a todo su mundo, que recrea con enormes dosis de imaginación e innegable belleza.

RYLANCE, GIGANTE

La segunda tiene como 'culpable' precisamente al protagonista del título. Y es que el trabajo de Mark Rylance es sencillamente tan colosal como su personaje. Ganador de un merecido Oscar prácticamente con una única frase (aquel lacónico 'Would it Help?' en El Puente de los Espías), Rylance deja su impronta en una suerte en la que fácilmente podría amenazar el reinado absoluto que desde hace décadas ejerce Andy Serkis. Al tiempo.

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De momento, su futuro cinematográfico pasa por las manos de Nolan y su épico capítulo de la Segunda Guerra Mundial, y por las del propio Spielberg, que no piensa dejar escapar un talento capaz, como sucede en no pocos pasajes de la irregular pero para nada despreciable Mi amigo el gigante, de sujetar toda una película.