MADRID 19 Oct. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
Cuando el pasado fin de semana New Line Cinema, Warner Bros. y Metro-Goldwyn-Mayer anunciaron oficialmente que daban luz verde al rodaje de El Hobbit, millones de fans en todo el planeta suspiraron aliviados un profundo... ¡Aleluya! Pero no hay que olvidar que a Peter Jackson y su equipo les queda por delante una travesía al menos tan árdua como la que llevan a cabo Galdalf, Bilbo y la tropa de enanos en la obra de Tolkien. Esperemos que llegue a buen puerto.
"Explorar la Tierra Media de Tolkien va más allá de una experiencia cinematográfica normal. Es un viaje en el que uno se sumerge en un lugar muy especial lleno de imaginación, belleza y drama", decía Peter Jackson en el comunicado. Y precisamente en eso, en un auténtico drama, es en lo que se ha visto sumido el cineasta neozelandés en los tres últimos años.
Recapitulemos: A finales de 2007, y después de varios años de disputas legales entre New Line y Jackson por las ganancias de la trilogía de El Señor de los Anillos, se anunció que El Hobbit saltaría a la gran pantalla en forma de dos películas. En este caso Peter daba un paso atrás, sería guionista y productor ejecutivo no director.
A principios de 2008 se confirmó que Guillermo del Toro se haría cargo de la dirección. El mexicano se preparaba ya para encerrarse con Jackson, Fran Walsh, Philippa Boyens (el trío que adaptó El Señor de los Anillos al cine) en Nueva Zelanda y alumbrar el guión. La idea era empezar a rodar en 2009 para estrenar la primera película... estas Navidades. Las de 2010. Pero nada salió según lo previsto.
Después de algunos retrasos en la elaboración del guión y en los trabajos para los bocetos de las criaturas que iban a poblar de nuevo la Tierra Media llegó el gran varapalo: La galopante crisis económica global afectó de lleno a la MGM que estaba prácticamente en bancarrota. El proyecto se paralizó, incluso se llegó a dar por muerto.
LA ESPANTADA DE DEL TORO
Ante el más que difícil panorama, y después de esperar varios meses oteando el horizonte para ver si aparecía un rayo de luz al final del tunel, un impotente Del Toro decidió abandonar el proyecto. El bueno de Guillermo dejaba, con todo el dolor de su mexicano corazón, a Jackson compuesto y sin director.
La espantada del director de Hellboy tuvo lugar a finales de mayo de este mismo año. Desde entonces Jackson, que se ha empecinado como nadie en sacar adelante la película -algo que los seguidores de la saga saben y le agradecen-, buscó sin éxito un director de garantías en quien confiar el nuevo viaje al universo de Tolkien.
No encontró a nadie -por suerte, pensarán muchos fans- y ahora que la tempestad de la crisis amaina era él el único que podía ponerse al frente de la nave. Él lo sabía y no ha buscado excusas. Jackson no ha olvidado que la Tierra Media, además de apasionarle como pocas cosas, le dio fama universal, eternidad en mundo del celuloide y once Oscar. No podía escurrir el bulto.
SIN TIEMPO PARA ERRORES
Con la luz verde de las tres productoras -que siguen mirando las cuentas de Jackson con lupa- no son pocos los obstáculos que el antaño rechoncho neozelandés deberá sortear hasta que este monstruo de 500 millones de presupuesto que es El Hobbit eche a andar definitivamente.
El reciente incendio en uno de los talleres de los decorados, el boicot de los sindicatos de actores y un reparto que aún está en pañales (tan solo dos nombres, Sir Ian McKellen y Andy Serkis confirmados) son algunas de las trampas que debe sortear Jackson antes arrancar el rodaje, cuyo inicio -como no, en 3D- está previsto el próximo mes de febrero.
Y ya no hay tiempo para errores ni nuevas demoras. El estreno de la primera entrega de El Hobbit está fijado para las Navidades de 2012. Un año más tarde debería llegar la segunda parte a los cines. Cruzaremos los dedos.