MADRID, 19 Feb. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
Irrendento genio y figura, Charlie Kaufman vuelve a regalarnos otra de sus bizarras ocurrencias en Anomalisa, una reflexión sobre la soledad de lo cotidiano tan certera como descorazonadora.
De la pluma de Kaufman han salido las lecciones de Spike Jonze sobre Cómo ser John Malkovich, una de las cuatro películas decentes que ha protagonizado Nicolas Cage (Adaptation - El ladrón de orquídeas), la opera prima de George Clooney (Confesiones de una mente peligrosa) o la historia de amor más singular jamás contada (¡Olvídate de mí!). En esta ocasión, y gracias a la magia del crowdfunding, recupera un proyecto que nació como una obra de teatro en 2005 y se anima, nunca mejor dicho, a sentarse en la silla de director.
Lo hace para firmar junto a Duke Johnson, un experto en la técnica, una arriesgada cinta de stop-motion tras cuya sencillez formal se esconde un complejo y crudo retazo de nuestros días. Una cínica perla existencial que tiene como protagonista al paradójico Michael Stone, un hombre que se gana la vida motivando a los demás pero que cada día que pasa encuentra su existencia más anodina y deprimente.
Anomalisa nos convierte en testigos de excepción de un capítulo concreto de la vida de Michael: un viaje profesional hasta Cincinnati en el que se topará con Lisa, alguien especial que parece arrojar algo de luz a su gris existencia.
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Y poco más es necesario decir sobre un relato que desconcierta en su arranque, atrapa en su desarrollo, desazona en su conclusión e invita a la reflexión horas después de su visionado. Una brillante hora y media de animación para adultos en la que Kaufman va llenando su aparentemente ingenuo relato de mezquindad, humor negro, rabia, desilusión, ironía, mudo sufrimiento, soledad... y, sobre todo, de verdad, de mucha e incómoda verdad.