MADRID, 6 Feb. (EUROPA PRESS - Israel Arias)
Los hermanos Wachowski lo han vuelto a hacer. Una manida frase que, lamentablemente, tampoco esta vez se refiere a Matrix, el 'pelotazo' que firmaron hace ya tres lustros. Andy y Lana, Lana y Andy vuelven a derrochar millones de dólares y su -ya solo presunto- talento cinematográfico en El destino de Júpiter, una space opera hiperbarroca que carece de cualquier tipo de estructura sólida y coherente que sirva para sujetar su fastuosa, costosa y enrevesada parafernalia.
Mila Kunis, Channing Tatum y Eddie Redmayne encabezan el reparto de este largometraje en el que los Wachowski ofrecen una aventura que ellos mismos definen como "ligera" y que, tras dejarnos en su arranque algún clavo ardiendo al que agarrarnos, pronto deviene en un aparatoso caos visualmente sobrecargado, no pocas veces sobreactuado y por momentos totalmente incoherente.
Este opulento despropósito relata la historia de Júpiter, una joven de origen ruso que malvive como chica de la limpieza en Chicago junto a su peculiar -y muy rusa- familia. Un buen día, sin comerlo ni beberlo, la infeliz Júpiter se encontrará en el centro de las disputas de la todopoderosa estirpe que controla el universo.
En su camino se cruzará Caine, un híbrido entre lobo y humano que -además de enarmorarla locamente con sus maneras de exlegionario espacial- le hará entender a la joven Júpiter que de ella depende el destino no solo de su planeta, sino el equilibro de todo el universo.
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Esta es a grandes rasgos la trama, o más bien excusa, que utilizan los Wachowski para dar rienda suelta a su gusto por el arabesco, el exceso visual y el embrollo narrativo haciendo acopio, e incluso ostentación, de todos los vicios que ya dejaban entrever en las dos últimas entregas de Matrix y que exhibieron sin reparo en Speed Racer y El atlas de las nubes.
Habrá quien diga que tampoco es para tanto. Que es una cinta valiente, arriesgada, con ritmo, visualmente rica y espectacular... Puede ser. Puede que el desastre no sea total. Pero mientras vemos a ese lobezno espacial surfeando por enésima vez con sus botas voladoras, a Mila Kunis con cara de no entender tampoco nada o a Eddie Redmayne opositando al Razzie, una pregunta emerge entre el desconcierto: ¿Tanto para esto?