MADRID, 11 Mar. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
Llega Leal, tercera entrega de La Serie Divergente y enésima distopía adolescente, un subgénero que sigue deparando más fiascos que alegrías. Una cinta que, puede que por inercia, desidia o simplemente por cínica coherencia, insiste en los mismos errores que sus predecesoras de saga y subgénero.
Protagonizado por Shailene Woodley, la insustancial 'no Mary Jane' que pretenden vender como la nueva Jennifer Lawrence (¿necesitamos ya -o en algún momento de los dos siguientes milenios- una nueva Jennifer Lawrence?), el nuevo capítulo de la franquicia basada en las novelas escritas por Veronica Roth no remonta tras sus dos decepcionantes primeras entregas.
Si Divergente fue una puesta en escena bastante anodina e Insurgente una continuación que -a pesar de apostar más por la acción- era demasiado tibia en el desarrollo de los planteamientos de la saga, ahora Leal afronta el reto de sacar la aventura fuera de Chicago y llevar las tribulaciones de Tris, Cuatro y compañía al mundo presuntamente real. Un salto más allá del muro en cuyo empeño la cinta de Robert Schwentke se descalabra.
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El nuevo quid de la cuestión divergente, las facciones y demás es la ingeniería genética. Una nueva coartada para seguir corriendo de aquí para allá y sospechando de este o de aquel. Para que la impávida relación de amor entre los protagonistas Tris y Cuatro (esperemos que al Uno y al Dos les vaya mejor) siga sin interesar a nadie. Para que el desvergonzado personaje del "fantástico" Milles Teller, un tipo que les ha traicionado una media de tres o cuatro veces por película, siga acompañándoles a todos lados. En fin, el mismo perro pero con distinto collar.
Leal no logra sacar ningún partido de ventajas a priori evidentes como su entorno más amplio, la introducción de nuevos y presuntamente poderosos jugadores o la, en este caso, muy torpe reformulación de la falacia futurista. No. Insiste en un insulso arco argumental que se calca a sí mismo y a sus predecesoras distópicas una y otra vez.
Una decisión que denota cierta apatía al asumir -sin rastro de insurgencia ni de divergencia- la máxima del Hollywood actual 'estíralo como puedas'. Y desde el momento en el que se opta sin reparos por malear la obra original para que dé de sí lo que el estudio quiera, la perenne coartada de "es así en el libro" ya no sirve. Reincidente hubiera sido un título mucho más apropiado para este prescindible trance.