Crítica de La habitación: Un milagro más allá de Claraboya

La Habitación (Room)
UNIVERSAL
Actualizado: viernes, 26 febrero 2016 17:09

MADRID, 26 Feb. (EUROPA PRESS - Israel Arias)

    Directamente a las entrañas. Ahí es donde apunta y llega La habitación (Room), una película sencillamente asombrosa y desgarradora que cuenta con dos de las mejores interpretaciones de los últimos años, la de una enorme Brie Larson y la del pequeño pero también enorme Jacob Tremblay.

   Lenny Abrahamson, cineasta irlandés responsable de apreciables títulos como Adam & Paul, What Richard Did o Frank, toma la fascinante obra escrita por Emma Donoghue, que también firma el libreto de esta adaptación, para armar una historia hipnótica y demoledora compuesta de dos partes completamente diferenciadas.

   La primera, tensa y devastadora, transcurre dentro de la habitación donde desde hace siete años vive cautiva Má. Cuatro paredes y un techo con claraboya que son el único mundo que conoce Jack, su hijo de cinco años para el que ha armado un universo en el que ese cuarto, su asfixiante jaula, es lo único que existe.

   Un relato sórdido y bello a la vez en el que el monstruo y el morbo son meros accesorios de lo fundamental: como el infinito amor de una madre y la también interminable imaginación de un niño, que se abrazan para sobrevivir al infierno en el que están encerrados. Un milagro que a veces les permite volar más allá de Claraboya.

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   La segunda, ya fuera de la caverna, es un pasaje menos opresivo pero igual de turbio y lacerante: Má debe recuperar la vida que le fue arrebatada y Jack debe enfrentarse al mundo. A todo. De golpe. Una abrumadora digestión de la que subyace una cruel realidad, el recuerdo de la seguridad del terrible confinamiento va ganando terreno a la inabarcable, incierta -y en el caso del pequeño no añorada- libertad.

   Un díptico algo desequilibrado pero bien apuntalado por las interpretaciones de sus dos protagonistas. Son sus sobresalientes trabajos los que convierten La Habitación en una experiencia cinematográfica extremadamente potente en su tan solo aparente sencillez. Una cinta penetrante, perturbadora, de esas que dejan un poso que dura días después de salir de la habitación.