TORRE DEL BIERZO (LEÓN), 28 Sep. (del enviado especial de Europa Press Miguel Luque) -
Este viernes 30 de septiembre llega a la cartelera española 'Julie', largometraje de la directora novel Alba González de Molina, rodado en un 80 por ciento con energía solar en la ecoaldea de Matavenero, en Torre del Bierzo (León), y con un reparto compuesto en su mayoría por mujeres menores de 30 años.
La cinta, cuya 'premiére' tendrá lugar este jueves en los cines Capitol de Madrid, ha sido galardonada en el pasado Festival de Málaga con el premio a la Mejor Ópera Prima y con el premio a la Mejor Actriz de Reparto por el papel de la actriz Silvia Maya.
El film cuenta la historia de Julie, una chica que encuentra su camino en una aldea lejos de la civilización tras tener una vida desestructurada. La protagonista se encontrará ante una comunidad distinta que le supondrá un punto de inflexión en su vida.
No obstante, para la actriz que encarna a Julie, Marine Discazeaux, la protagonista es una persona que está perdida y cuyo destino no le importa, pues lo que quiere es alejarse de su mundo. "Le daría igual estar en Pekín, en Nueva York o en cualquier otra parte", ha comentado.
"Julie y sus problemas rompen con la calma del pueblo y llegan a alterar la armonía que previamente existía", ha explicado Discazeaux. Asimismo, valora al pueblo como "un soporte visual" que permite al espectador descubrir los valores que allí se encuentran.
En declaraciones a Europa Press, la directora Alba González de Molina ha explicado que uno de los aspectos más novedosos que presenta la película es que se haya rodado en la ecoaldea leonesa de Matavenero y que el set de rodaje haya tenido que "adaptarse" a las características del lugar.
SIN COBERTURA Y SIN CORRIENTE
La aldea, situada en el valle del Bierzo, lleva habitada desde hace 27 años por personas inspiradas en el movimiento 'rainbow' que conviven sin cobertura móvil y sin corriente eléctrica. Actualmente, está compuesta por cerca de 70 vecinos que viven en casas hechas por ellos mismos y donde todas las decisiones que toman se consensuan previamente.
"No creo que ninguna otra película del mundo se hubiera atrevido a grabar una película en mitad de la sierra sin tener la garantía que el equipo de rodaje tuviera la suficiente energía. Nos arriesgamos y pensamos que era posible", ha afirmado González.
De este modo, valora que los vecinos de la aldea les prestaran la energía solar que les sobraba. "Tuve la suerte de que en Matavenero había placas solares que facilitaron todo ese trabajo", comenta.
Aún así, reconoce que existieron problemas de adaptación pero que se solventaron rápidamente. Uno de ellos, por ejemplo, fue la gestión del agua embotellada para el rodaje, pues no se adecuaba con los valores de la aldea. "Desde producción trajimos cierta cantidad de botellas de plástico y los vecinos nos comentaron que no era necesario utilizar tantas botellas y que, en su lugar, se podían llenar tanques", ha recordado.
Igualmente, las condiciones físicas del entorno también supusieron un inconveniente en el rodaje ya que Matavenero está situado a más de 1.000 metros de altitud y no existe ningún camino por el que los vehículos puedan acceder. De este forma, la producción de la cinta tuvo que precisar de un rápel para poder bajar parte del equipo de rodaje desde un risco del monte a la aldea. No obstante, las cámaras y los aparatos más delicados tuvieron que bajarlos a mano. "Intentamos adaptar todo para que la accesibilidad a los espacios fuera lo más cómoda posible ", comenta González de Molina.
Además, la dirección tuvo que lidiar con los problemas acústicos que supone trabajar en un entorno tan aislado y donde las montañas actúan como eco. "Colocamos colchones a ambos lados de las cámaras para evitar que se reprodujeran sonidos que no queríamos que apareciera", ha explicado.
Por otro lado, la película no ha contado con ninguna ayuda pública y se ha podido financiar gracias a la participación de la productora El Gato Verde y a una campaña de crowdfunding que recabó 30.000 euros con los que, inicialmente, se iba a realizar el largometraje. "Con 30.000 euros iba a hacer un apaño, pero con la ayuda de El Gato Verde pudimos invertir más en equipo y en promoción", ha explicado.
UNA ALDEA VOLCADA EN EL PROYECTO
Según la directora, el 99 por ciento de la población se volcó de una forma u otra en la película y aportó "lo que pudo". De hecho, algunos de los habitantes participaron directamente en la gestión de la película. Entre ellos, está Daniel Martín, que vive en la localidad desde hace siete años y que ha encarnado el papel de David, uno de los personajes de la película.
"Trabajar en el lugar donde vives es una experiencia súper enriquecedora, lo tienes todo a mano y puedes invitar a quién quieras a casa, es como un coworking", ha comentado Martín.
Para el actor, que actualmente regenta un negocio de apicultura en la zona, es necesario diferenciar lo que ocurre en la realidad con la ficción del largometraje. "Es verdad que las asambleas son importantes en nuestra convivencia en grupo, pero hay gente que se ha asustado al ver ciertas cosas que aparecen en la película que son parte de la ficción", ha explicado.
No obstante, Martín considera que la película podría servir como "empujón" para que los espectadores se den cuenta que la sostenibilidad no solo está presente en los lineales de los supermercados ecológicos. Aún así, también cree que puede ser que haya gente que se la vea "solo para dormirse".
Por otro lado, otros vecinos como han formado parte de la plantilla de producción. Entre ellos está Juanjo, que lleva diez años viviendo en Matavenero y que ha participado en la logística del rodaje en la aldea. "Habrá gente que pensará que las cosas son tal y como aparecen en la película, pero aquí lo único que es igual es el escenario", ha comentado.