MADRID, 14 May. (EUROPA PRESS - Israel Arias)
Este viernes llega a los cines Mad Max: Furia en la carretera (Mad Max: Fury Road), la cuarta entrega de la saga creada por George Miller que el propio cineasta australiano resucita 30 años después.
Tom Hardy toma el testigo de Mel Gibson y se mete en la piel de Max Rockatansky en una espectacular reinvención y actualización que, tras su paso por Cannes, irrumpe en los cines de todo el mundo dispuesta arrasar y -después de ver los mil y un clips promocionales- con la vitola de ser uno de los títulos más brutales y esperados del año.
La expectación -o el hype, como lo llaman ahora- está por las nubes. Y tras sumergirnos en esas dos horas de ruido, furia y salvaje locura que es Mad Max, es justo y necesario constatar que tamaño revuelo estaba más que justificado.
ORGULLOSA DE SUS ORÍGENES
Comenzando por la enmarañada pelambrera que luce Hardy en el arranque del filme, George Miller ha querido trufar su nueva cinta de guiños a las anteriores entregas. Y aunque es cierto que la trilogía no ha envejecido todo lo bien que los fans más entregados quieren hacer creer -la mención de Tina Turner o de esos niños/lost de Más allá de la Cúpula del Trueno bastarán para aplacarles- Mad Max: Furia en la carretera es una cinta orgullosa de sus orígenes.
GLORIOSOS ESTILISMOS
Si los responsables del vestuario del Circo del Sol se hubieran decidido a montar un pasaje del terror capaz de espantar a sus visitantes a plena luz del día y sin sustos de por medio... no hubieran superado el grotesco y atinado trabajo de Jenny Beavan, Colin Gibson y compañía. Todos y cada uno de los tiranizados habitantes de la Ciudadela están de foto (que no 'selfie').
A TODA VELOCIDAD
No hay descanso, ni casi presentación. Desde que el melenudo Rockatansky devora un pequeño reptil de dos cabezas hasta que 120 minutos después aparecen los títulos de crédito, la nueva Mad Max "es un no parar". Una huída (o persecución) constante que se desarrolla sin dar apenas tregua ante el ojiplático y sofocado patio de butacas.
BRUTAL Y CAÓTICA BELLEZA
Miller tiene la habilidad y pericia suficientes para mostrar este feroz, incansable y maratoniano carrusel de asombrosas secuencias de acción -a cual más vistosa e imaginativa- con limpieza y nitidez. Todo es un violento y bestial caos en Mad Max: Furia en la carretera, pero perfectamente apreciable, y por tanto totalmente disfrutable, para el espectador.
LA MÚSICA, MEJOR EN DIRECTO
Ni la aguerrida Furiosa, ni el tirano Immortan Joe, ni el colosal Rictus (de apellido Erectus), ni el voluntarioso Nux... ni siquiera el propio Max. Puede que el personaje más delirante y a la vez genial sea el guitarrista que, vestido de rojo pasión y rodeado de bafles, acompaña a la caravana de Joe y su grotesco ejercito de esbirros. Él y nada despreciables 'megatamborileros', entre otros, ponen ritmo en directo a la persecución y dan más presencia a la banda sonora de Junkie XL. También brutal, a juego con la película.
MAD FURIOSA
Eso sí, si algo podemos echar en cara a la salvaje criatura de Miller es que no sea fiel a su título. Al menos en su primera parte. Y es que la nueva Mad Max bien podría haberse llamado Mad Furiosa. Es el manco personaje de Charlize Theron, su historia y su redención, quien guía los designios de la caótica aventura en la que, cosas del destino y de su grupo sanguíneo, Max se ve atrapado. Una preponderancia, la del personaje femenino, que ha levantado ampollas entre algunos y muy pintorescos sectores.