VALLADOLID, 19 Oct. (EUROPA PRESS) -
El director francés Jean Pierre Améris invita al espectador a "pararse y mirar el mundo de otra manera" con Marie Heurtin, la historia real de una joven sordociega que, de mano de una religiosa, consiguió salir de la oscuridad e incomunicación en que vivía a finales del siglo XIX.
Améris, quien ha presentado este domingo su película en la Sección Oficial de la 59 Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), ha asegurado que la de Marie, la joven protagonista, y Margerite, la religiosa, es una "historia de amor total, de intercambio, de transmisión y no solo de educación" en la que el aprendizaje es reciproco: la hermana le enseña mucho a Marie, sobre todo a comunicarse, pero la aportación de la joven no es menor.
El elemento maternal marca su relación, según lo ha explicado el director, quien suma la comunicación por el tacto y el aprender a ver el mundo "de una forma nueva" como las aportaciones de Marie. "Es lo que quiero proponer al espectador: que vuelva a mirar el mundo; parece que pasamos al lado del mundo sin verlo".
Améris, quien estrena en tres semanas su película en Francia, apostó en primer término por la historia de Helen Keller hasta que, ante la imposibilidad de adquirir los derechos (en Estados Unidos se hacía un 'remake' sobre su historia cada 20 años), se siguió informando sobre personas sordociegas hasta encontrar una historia "totalmente olvidada y desconocida", de 1895 y que quiso "sacar del olvido" por su carácter "positivo, de éxito, de logro" y por mostrar la capacidad del ser humano "de superarse y ayudar al otro".
Con esta trama apuesta también el director por acercarse y aprender de las personas que son distintas "en vez de dejarlas de lado", como le ocurrió a él con esta película: nunca le pareció una dificultad porque siempre ha rodado con personas sordas o ciegas y "lo importante es que sean buenos actores, que interpreten bien".
Respecto al casting, el director francés ha señalado que igual que escribió el papel de monja pensando en Isabelle Carré, con quien ya había hecho dos películas y quien de inmediato se metió en el mundo del lenguaje de signos y "se apasionó por él", en el caso de Ariana Rivoire todo fue mucho más lento: en las pruebas no encontraba el "flechazo" que buscaba hasta que se topó con ella en el comedor del Instituto en el que buscaba a su actriz.
"Vivacidad, fuerza y presencia" fue lo que Améris encontró en la joven intérprete sorda, quien le confesó que de pequeña se sentía como Marie Heurtin: enfadada ante la falta de comprensión y entendimiento por parte de su entorno.
El flechazo continúa: el director la considerad "uno de los más hermosos descubrimientos" de su carrera y le ha permitido ratificar, como ya había aprendido en todos los trabajos realizados con esas personas y colectivos a los que ha tratado de sacar de la oscuridad para ubicar en el centro, en el primer plano, que la vida y la realidad "son sorprendentes" y que existen "muchas posibilidades" para ellas.
LA HISTORIA
El silencio, los sonidos de la naturaleza y esporádicas conversaciones, así como murmullos o música, conforman la banda sonora de esta película, que narra la historia real de Marie Heurtin, una joven sordociega que ingresa en un centro de religiosas por deseo de su familia, en primer término, pero sobre todo de la hermana Marguerite, que encuentra en ella su proyecto de vida.
Decidida a ayudar a la niña, que vive en la oscuridad de su discapacidad y en la de una casa de campo, y después de un mes de esfuerzos para convencer a la madre superiora, Marguerite se propone sacar a Marie de las tinieblas y, para ello, comienza una larga campaña para tratar de habituar y educar a la niña de la misma manera que sus compañeras de colegio.
Única sordociega del centro Marie, quien no se deja peinar o lavar y a quien todos, incluso Marguerite, tenían por un animal salvaje, no encuentra aliciente en los métodos de enseñanza de su mentora, quien muchas veces hace uso de la fuerza en su intento por que la menor aprenda.
La paulatina cercanía y confianza entre las dos mujeres, la ruptura del total aislamiento de Marie, quien comienza a dejarse asear y vestir como una más del colegio, hace que, ocho meses después de que Marguerite llegara al centro con ella, la menor aprenda su primera palabra con el lenguaje de signos.
El empuje de Marie, quien no quiere dejar de aprender, lo que le permite comenzar a comunicarse con fluidez a través de lenguaje de signos, choca a partir de ese momento con la flaqueza de su amiga, quien en un estado de salud delicado debe abandonar el centro para trasladarse a la montaña, a un lugar tranquilo y más adecuado a los requerimientos de su enfermedad.
Pero una carta en la que se le comunica el retroceso al aislamiento inicial por parte de Marie le hacen volver al centro, decidida a terminar la labor que comenzó y a mostrársela a los padres de la joven, quienes con emoción comprueban los avances de su hija mientras ella, con tristeza, percibe cómo su salud se debilita sin que pueda aceptar dejarla, aspecto que la propia Marie toma con mucha más naturalidad de la que ella podría imaginar.