MADRID 12 Nov. (EUROPA PRESS) -
El fin del mundo ha llegado... a los cines. Este fin de semana se estrena 2012, la superproducción apocalíptica del experto del género, Roland Emmerich que, que se ha convertido por méritos propios en uno de los estrenos más esperados de lo que queda de año.
Si en 1996 fueron los aliens quienes ponían en jaque a la humanidad en 'Independence Day', si dos años más tarde fue 'Godzila' el que sembraba el pánico por doquier, y hace un lustro el cambio climático hacía peligrar que la Tierra resistiera 'El día de mañana', en este ocasión Emmerich se agarra al calendario maya que profetiza el fin del mundo para el año 2012, concretamente para el 21 de diciembre.
Terremotos, tsunamis, eclipses, maremotos, erupciones volcánicas y toda la gama conocida de cataclismos y desastres acompañan a la fecha en la que el mundo desaparecerá como lo conocemos. Y en medio de este caos aparece Jackson Curtis, el personaje que interpreta John Cusack, un escritor cuya devoción por su fracasada aunque posiblemente brillante novela terminó con su matrimonio y dejó a su familia a la deriva.
Pero Jackson sigue siendo un padre leal que demostrará que es capaz de hacer lo que sea para salvar a su familia. Cuando las placas de la tierra comienzan a moverse destruyendo Los Ángeles Jackson y su familia comienzan un viaje desesperado por tierra y aire para sobrevivir al cataclismo total y convertirse en esos pocos elegidos que puedan llegar a ver el nuevo mundo edificado del desastre.
Una producción que llega a los cines precedida de una imponente campaña promocional con espectaculares imágenes y trepidantes trailers que han dado idea de su magnitud visual. Y es que, como es habitual en el cine de Emmerich la cinta no escatima en efectos visuales y supone un auténtico alarde en el uso de la tecnología CGI.
Se trata, posiblemente, del máximo exponente del cine palomitero del año que tiene como única aspiración entretener y convertirse en un auténtico tsunami su espectadores que arrase en la taquilla mundial. Una predicción de la que nada dijeron los mayas pero que, esta sí, se cumplirá.