MADRID, 9 Ene. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No. Es Michael Keaton firmando el mejor papel de su carrera en Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia), la nueva cinta de Alejandro González Iñárritu donde comedia negra y realismo mágico se dan la mano para alumbrar una rara avis tan inclasificable como brutal.
Biutiful, Babel, 21 gramos, Amores perros... Si repasamos la filmografía del cineasta mexicano parece muy osado afirmar lo mismo de Iñárritu y sentenciar que su nueva y alada criatura es su mejor película. Pues sí, también lo es. Y por bastante.
Para disfrutar plenamente de esa explosión de talento interpretativo, de ese prodigio de técnica cinematográfica y de ese complejo y sorprendente géiser de mala baba que es Birdman poco conviene saber de la historia que nos propone Iñárritu en un guión escrito a ocho manos junto a Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris y Armando Bo.
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EN LAS CATACUMBAS DE BROADWAY
Baste decir que Birdman nos sumerge a golpe de percusión en las destartaladas entrañas de un teatro de Broadway para encontrarnos cara a cara con las miserias de Riggan Thomson (Keaton). Una antaño superestrella de Hollywood que tocó el cielo -en este caso literalmente- interpretando a un popular superhéroe y que ahora intenta sacar adelante su propia obra de teatro. Un montaje basado en el relato de Raymond Carver De qué hablamos cuando hablamos de amor que dirige y protagoniza y con el que espera recuperar la gloria perdida.
Pero reconquistar el trono de la fama no será fácil. Además de con los imprevistos propios de todo estreno, Riggan deberá lidiar con su gran enemigo: su propio ego. El fantasma de la estrella que fue sobrevuela sus pensamientos, le pisa los talones y amenaza con tomar el control en cualquier momento.
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MÁGICA Y SALVAJE
Por el ruinoso pero magnético universo de Riggan pululan un representante apagafuegos (Zach Galifianakis), una hija desencantada (Emma Stone), una estrella demasiado intensa (Edward Norton), una novia que exige su atención (Andrea Riseborough) y una actriz falta de cariño (Naomi Watts).
Todos ellos forman el curioso animalario que interacciona de forma impecable ante la cámara que Iñárritu mueve sin descanso y de forma magistral por las catacumbas y también por el escenario de ese teatro de Broadway.
Un microcosmos ideal para una furiosa fábula sobre la fama y el ego, sobre la culpa y la redención, sobre los sueños y las decepciones. Birdman es -entre otras muchas cosas- rara, cruel, divertida, atrevida y fascinante. Imprescindible.