MADRID, 24 Abr. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
Menos gamberra, más sentimental pero casi igual de divertida. Este es el escueto y ciertamente prometedor resumen que se puede hacer del regreso a la arena cinematográfica marvelita de Star-Lord, Gamora, Drax, Rocket y Groot... en su versión mini, es decir, más adorable, más cañero y desternillante. James Gunn vuelve a capitanear los cósmicos designios de los Guardianes de la Galaxia en una secuela que, ya sin el factor sorpresa de su lado, espera reeditar el inesperado éxito de la primera aventura de los hasta entonces semidesconodicos antihéroes galácticos de Marvel.
Y material tiene de sobra para conseguirlo. Aunque no llegue a ser tan redonda como su desvergonzada predecesora, moviéndose en terrenos mucho más confortables e, incluso, algo conservadores que los que exploraba la trama del primer filme, Guardianes de la Galaxia Vol.2 sigue siendo una aventura extremadamente entretenida con un ritmo endiablado y un poderío apabullante en el plano visual. Una alborotada space opera plagada de secuencias deslumbrantes que vuelven a derrochar imaginación tanto en sus escenarios como en algunas de las disparatadas situaciones que plantea.
Y es que, a pesar de estar un escalón por debajo de aquel auténtico festival que fue el debut de Star-Lord y compañía, a la secuela de Guardianes le da de sobra para colarse en el top-5 de las producciones de Marvel Studios. Allí James Gunn hace doblete -un privilegio reservado hasta ahora solo a los hermanos Russo- con el enorme mérito que conlleva construir la trama de una película del tono y las aspiraciones de este filme desde las inseguridades y traumas de sus protagonistas y, a pesar de todo, convertirla en un divertimento de primer nivel.
Además, en Guardianes de la Galaxia Vol.2 el guionista y director tiene a su disposición un factor determinante con el que nadie ha contado en la historia del universo Marvel: Baby Groot. Y sabe muy bien cómo usarlo.