MADRID, 24 May. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
Perversa, salvaje y sin pretensiones. Así es, a muy grandes rasgos, El Hijo, una macabra, divertida y eficaz vuelta de tuerca al género de moda, el de superhéroes, que llega de la mano de uno de sus hombres de moda, James Gunn, cuyo sello se deja sentir en el filme mucho más de lo que indica su cargo de productor. No en vano el guión de la película -una suerte de 'Super meets La profecía', pero más 'seriote' que la primera y más gore que la segunda- lo firman su hermano Brian Gunn y su primo Mark Gunn. Casi todo queda en casa.
Ese casi es David Yarovesky, director del filme que ya se encontró con Gunn en aquella pequeña travesura que fue Guardians of the Galaxy: Inferno, el videoclip oficial de la secuela de la saga de Marvel cantado y protagonizado ni más ni menos que por David Hasselhoff. Y ese casi... casi ni se nota en una película que dirige con aseada corrección y olvidable falta de estilo.
¿Qué pasaría si el pequeño Clark Kent en lugar de un feliz y cándido granjero fuera un niño sádico y ultraviolento? Esta premisa, refrescante pero no del todo novedosa para los amantes de las grapas, es la gran baza de El Hijo, que aprovecha el amplio conocimiento de los orígenes del mito que retuerce, el de Superman, para ahorrarse muchas explicaciones e ir directamente a lo suyo.
Y lo suyo no es otra cosa que armar un simple, resultón y condenadamente entretenido relato de terror al uso, de esos de niños malditos, que fía toda singularidad a las constantes referencias -algunas, las más atinadas, lanzadas con muy mala baba- al cine de superhéroes y a sus sacudidas gore. Sangrientos estallidos de violencia que consiguen su modesto y obvio cometido: convencernos de que este chico es un demonio.