MADRID, 17 Nov. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
Luciendo un galopante y poco disimulado complejo de Frankenstein, llega a los cines Liga de la Justicia, una película extremadamente irregular que en sus constantes vaivenes deja entrever lo que Zack Snyder quiso que fuera, lo que Joss Whedon intentó que fuera e incluso lo que se quiso imponer que fuera desde los despachos.
Pero, casi milagrosamente, lo nuevo del titubeante Universo Extendido DC no es nada de todo aquello ni tampoco la gran debacle augurada por algunos -casi deseada, incluso- como tampoco Wonder Woman era la quintaesencia del cine superheróico ni Batman v Superman fue ese despropósito que hace llorar a Ben Affleck todas las noches. A pesar incluso su insalvable 'momento Martha', el anterior filme de Snyder es un esfuerzo demasiado ambicioso y desequilibrado pero muy apreciable, especialmente en su versión extendida.
No, Liga de la Justicia es francamente mejorable, especialmente en su montaje, su villano y su faceta técnica, pero que a su vez es un producto condenadamente entretenido. Una montaña rusa que pasa en un suspiro y que cuenta con picos de diversión notables. Y la mayoría de estos subidones son culpa de uno de los recién llegados, The Flash, encarnado por un Ezra Miller tan soberbio que no solo centellea en sus secuencias de acción y sus golpes de 'humor asperger', sino que es incluso capaz de despertar cierta ternura cuando se ve en el trance de defender algunas líneas de dialogo simplemente demenciales.
Y es que esa es la constante en Liga de la Justica: todo y todos son capaces de lo mejor y de lo peor. Todos... salvo su villano, un conquistador alienígena de carisma inexistente, discurso apolillado y apariencia de malo de última pantalla de videojuego (de los de hace un lustro) llamado Steppenwolf.
La apariencia del insustancial villano y el lamentablemente disimulado mostacho de Henry Cavill en los dichosos -y por lo visto bastante abundantes- reshoots, son las dos aparatosas taras que evidencian el que muy posiblemente es el único pecado imperdonable de todos los que comete Liga de la Justicia: sus grandes y totalmente inesperadas deficiencias técnicas.
Una producción con un presupuesto que supera los 250 millones de dólares que costó Batman v Superman, muy superior en este aspecto, no se puede permitir tal insuficiente nivel de CGI. Un paso atrás en la estética, algo que, al menos hasta ahora, había sido el punto fuerte del DCEU en comparación con la casa rival y que es de capital importancia en un género que, en su esencia, es reflejo cinematográfico de otro arte en el que, al menos, la mitad es imagen.