MADRID, 20 Abr. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
El silencio como único refugio seguro y la familia como último cortafuego anteel exterminio y total deshumanización son las premisasque, muy sólidamente, sujetan ese primorosamente tenso ejercicio de estilo que John Krasinski ejecuta en Un lugar tranquilo.
Los terrores más primarios de todo padre cobran forma de ciegos y letales monstruos alienígenas en un filme que hace de la ausencia de diálogos y explicaciones -prohibidos los unos por instinto de supervivencia, esquivadas las otras como accesorio innecesario- el escenario minimalista perfecto para que esta joya del género consiga, tras un comienzo brutal, establecer vínculos emocionales entre la familia protagonista y el espectador mientras, siempre a la chita callando y siempre sin perder ni un gramo de tensión, genera una aterradora pero magnética sensación de asfixia y peligro constante.
Opresión perenne e incansable que, gracias a un magnífico trabajo actoral y un excelente diseño de sonido, Krasinski logra mantener también a campo abierto incluso cuando los trucos del guión invitan a mirar hacia otro lado para evitar que sus costuras hagan algún ruido que distorsione este horror casi perfecto.