MADRID, 29 Sep. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
Quien, engañado por el tráiler, acuda al cine a ver madre! buscando una película de terror, un filme de casas encantadas con paredes sangrantes y sustos al final del pasillo, es lógico que acabe decepcionado, e incluso indignado, con la última y quizá más radical propuesta cinematográfica de Darren Aronofsky. Sin embargo, quien entre en la sala buscando al director de Réquiem por un sueño o La fuente de la vida tiene muchas papeletas para salir de allí sacudido... y maravillado.
Y es que la película protagoniza por Jennifer Lawrence, torturada en el relato de Aronofsky y tremendamente exigida desde el punto de vista interpretativo como motor narrativo, y Javier Bardem es maná para militantes del cine de Aronofsky. Droga dura para los amantes de sus excesos visuales, de sus metáforas subrayadas, de su fanatismo irredento y de su sofocante, y en ocasiones sublimante, caos.
Cierto, madre! es una alegoría angustiosa, de ritmo irregular y plagada de pretenciosas y a veces demasiado obvias lecturas. Pero, aunque mezclado con desigual suerte, casi todo lo que Aronofsky propone es cuando menos interesante para aquel que se adentre en esa casa dispuesto a dejarse remover por su delirante juego de espejos deformantes y sus grotescos reflejos.
Un juego que arranca como thriller psicológico, pero que desde su inicio, y valiéndose vilmente de algunas de las herramientas más trilladas del género, comienza un proceso de mutación que culmina en su segunda mitad, una febril pesadilla que convierte madre! en una incandescente criatura cinematográfica totalmente inclasificable y que, por cierto, ofrece cumplida coartada al signo de exclamación que cierra su título. Provocadora, irritante y brillante. Todo eso, y otros cuarenta epítetos más, es madre!, un filme abrasador que se mueve al filo de la sobredosis.