MADRID, 28 Mar. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
Steven Spielberg da rienda suelta a su versión más lúdica, ligera y espectacular como cineasta en Ready Player One, adaptación de la novela de ciencia ficción de Ernest Cline a cuenta de la que orquesta un festival de referencias pop que hará las delicias de jugones, cinéfilos y nostálgicos de los ochenta y noventa. Una película arrolladora y con unos picos de diversión altísimos en la que todo, incluida la historia, sus personajes y sus en ocasiones algo peregrinas motivaciones, está supeditado a un espectáculo palomitero de primer nivel.
Star Wars, Street Fighter, Jurassic Park, Depeche Mode, Halo, King Kong, Tomb Raider, Akira, Mad Max, El Gigante de Hierro, A-HA, los Gremlins, Freddy Krueger, Joker y Harley Quinn, Mortal Kombat, Chucky, Battletoads, Terminator, Regreso al futuro, Van Halen, Star Trek... e incluso Hello Kitty y un tótem del cine de terror cuya gloriosa presencia es mejor no reventar. Casi todo tiene cabida en OASIS, el mundo virtual en el que prácticamente toda la humanidad se refugia a mediados de este siglo para evadirse de su vacía y decadente realidad. Cuando estás conectado puedes ser lo que quieras y hacer lo que quieras... siempre que tu saldo te lo permita.
La evolución definitiva del postureo digital al que ya asistimos en nuestros días, o el reverso luminoso y geek de Matrix o un capítulo de Black Mirror, ofrece a Spielberg un portentoso e ilimitando cajón de sastre para desatar el niño que lleva dentro y que, se le nota, hace ya mucho que no tomaba el timón en una de sus películas.
Puede que más fría que sus grandes e inolvidables títulos de aventuras de Amblin, Ready Player One es un coloso visual con un gran y casi único objetivo: divertir y dejar ojiplático al respetable a golpe de neón, CGI y easter-egg. Una aventura sencilla en sus trazas argumentales que avanza ligera de pantalla en pantalla y que solo se detiene para cumplir con el expediente y lanzar el obvio -pero en este caso casi obligado- mensaje sobre el poder de la amistad y la importancia de no vivir 'empatallados' y liberarnos del yugo tecnológico para disfrutar del mundo real que hay más allá del móvil, la tablet o el portátil. Efectivamente, todavía hay quien cree que ese mundo existe y que aún nos está esperando.