MADRID, 23 Nov. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
Era justo y necesario que la primera película de superhéroes española tuviera al "hijo de Jan" como protagonista. Fueron varias las generaciones cuyo primer contacto con las grapas superheroicas no corrió a cuenta ni de Marvel ni de DC, sino a través de algún manoseado álbum de Bruguera. Un tebeo de esos que se van heredando y con los que las andanzas del héroe natural de Chitón iba pasando de tío a sobrino y de primo a primo. También era de justicia que, tras firmar la chispeante y resultona adaptación de Anacleto: Agente Secreto, fuera Javier Ruiz Caldera quien capitaneara la aventura de llevar al superhéroe patrio a la gran pantalla.
Lo hace en un filme con guión de Borja Cobeaga y Diego San José -sí, los de Ocho apellidos... pero también los de dos de las películas más descacharrantes del cine español reciente: Pagafantas y No controles- que adapta muy libremente el material original y que, sin ser ni mucho menos perfecto, sí acierta en lo esencial: reírse, a mandíbula batiente, no solo del género cinematográfico de moda, sino también de algunos de los grandes y eternos complejos de la sociedad española.
'Supermedianía de Acero' se hace carne y mostacho en un entregado, e injustamente criticado 'a priori', Dani Rovira -ya lo decía aquel señor de Sabadell, "no hay nada como tener ideas fijas para traer de cabeza al mundo"- que cumple como oficinista resignado y mileurista. Un hombre que, como la inmensa mayoría del país, vive instalado en la comodidad de su mediocridad y que solo aspira a que no le toquen mucho 'lo suyo' para poder malvivir en paz. Su padre se lo dejó claro desde niño: esconde tus poderes que en este país... si destacas te machacan.
Humor pícaro, autorreferencial y muy de andar por casa, especialmente tronchantes son algunos de los pasajes en el hogar de los López, apuntalado por las en este caso obligadas dosis de efectos especiales -que corren a cargo de El Ranchito, la compañía española responsable de los Caminantes Blancos y los dragones de Juego de Tronos, ahí es nada- son las grandes bazas del héroe de Masnou para, entre cruasán y cruasán, alzarse como paladín de nuestras vergüenzas nacionales. Aquellas flaquezas y complejos que, cuando la ocasión lo requiere y si nos tocan mucho la moral, pueden tornarse en auténticos superpoderes.