MADRID, 14 Sep. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
Asghar Farhadi ya utilizó la desaparición como motor desencadenante de miedos, sospechas, reproches, mentiras y demás resortes de conducta que se ocultan en los rincones más oscuros y enquistados de la condición humana en 'A propósito de Elly' (2009). Pero fue antes incluso, hace unos quince años durante un viaje en el que junto a su hija pequeña vio el cartel de un niño desaparecido, cuando el miedo más primario de todo padre, la posibilidad de perder lo más querido, se instaló en su mente.
Aquel viaje fue por el sur de España y ahora aquella idea, aquella angustia esencial, cristaliza en 'Todos lo saben', una película con la que el iraní cierra el círculo rodando en el país en el que le golpeó aquella terrible sensación. Lo hizo después de vivir más de un año en España, para empaparse de nuestras costumbres y maneras, acompañado de un equipo local -solo la responsable del montaje, Hayedeh Safiyari, es también iraní- y con un reparto totalmente hispanoparlante y, lo más importante, en absoluto estado de gracia.
Sí. El elenco que encabezan Penélope Cruz y Javier Bardem -enormes ambos- y que completan nombres como Ricardo Darín, Eduard Fernández, Inma Cuesta, Bárbara Lennie, Elvira Mínguez o Ramón Barea es de largo lo mejor de 'Todos lo saben'. A través de ellos, Farhadi consigue plasmar, entre viñedos y secretos rencores familiares, aquel desasosiego que sintió en un país extranjero ante la foto de un niño desaparecido al que no conocía.
Puede que sea cierto que, en algunos de sus pasajes más dolorosos y viscerales, este agrio y tenso thriller castellano derive en un melodrama con dejes de telenovela y también que, desprovisto del músculo de su imponente reparto, el esqueleto argumental de 'Todos lo saben' sea más frágil que el de otras de las películas recientes de Farhadi. Pero aunque su poso sea más liviano que el de la soberbia 'Nader y Simin, una separación', e incluso que el de la también oscarizada 'El viajante', la película española de Farhadi es otro triunfo del iraní, de su estilo sencillo, preciso y cotidiano, y de la universalidad de las emociones bien contadas y, en este caso, mejor interpretadas... sea en Teherán o en Torrelaguna.