MADRID, 21 Nov. (EUROPA PRESS - Israel Arias)
Guerra sí, pero solo de propaganda. Esto es lo que nos espera en Los juegos del hambre: Sinsajo parte 1, la nueva entrega de la saga que protagoniza Jennifer Lawrence y que no es más que el extenso preludio a lo que, esperemos, será la gran traca final. Algo decepcionante en una saga que cuenta ya con dos películas a sus espaldas.
Dirigida de nuevo por Francis Lawrence, responsable de En llamas, anterior cinta de la franquicia, la penúltima entrega de la serie nos presenta a la heroína Katniss Everdeen sumergida ya en el corazón de las fuerzas militares rebeldes. Un pequeño ejército oculto en la profundidades del Distrito 13 que durante años se ha estado preparando para la gran guerra contra el Capitolio.
La presidenta Coin, líder de la resistencia a la que da vida Julianne Moore, y Plutarch Heavensbee, el ingeniero de la subversión interpretado de nuevo por el malogrado Philip Seymour Hoffman, quieren que Katniss sea la imagen y la voz de su revolución. La figura en torno a la que se aglutinen los habitantes de los distritos para levantarse en armas contra el tirano Snow (Donald Sutherland).
Pero a ella, poco le importa quién controle las mentes de los habitantes de Panem. Katniss solo quiere salvar al compañero que dejó atrás después de reventar la última edición de los Juegos. Él, por si no lo recuerdan, es Peeta (Josh Hutcherson) uno de sus 'amores'. El otro Gale (Liam Hemsworth) le exige que sea el Sinsajo, el símbolo de una revolución que, como todo en esta saga, tarda ya demasiado en estallar.
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Y en esas, en la indecisión amorosa -y "profesional"- de la protagonista y en las intrigas políticas y las artes de los estrategas propagandísticos de uno y otro bando, estamos durante las dos horas de Sinsajo parte 1. Una película en la que se habla mucho y en la que pasa muy poco. Demasiado poco para lo que exige una saga de esta naturaleza.
NOS QUEDAMOS A MEDIAS
Es el tributo que hay que pagar por estirar el chicle. Y es que, como ocurrió con Harry Potter o con Crepúsculo -ahí poco importaba porque nunca pasaba nada-, dividir el último libro en dos películas para obsequiar al estudio con un taquillazo extra es una estrategia de innegable eficacia lucrativa -que se lo pregunten a Peter Jackson y su 'requeteHobbit'- pero que lastra todo el conjunto -vuelvan a preguntar a Don Jackson-.
Los fans de la saga de Suzanne Collins -y de las artes de Goebbels- puede que disfruten del reiterativo y detallado rosario de estratagemas propagandísticas, mensajes cruzados y diatribas morales y sentimentales en la que ha quedado convertida la nueva entrega de Los juegos del hambre.
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El resto saldrá del cine con la sensación haber visto solo media película y de que lo mejor de Sinsajo parte 1 es que en un año se estrena Sinsajo parte 2. Entonces habrá guerra y revolución para dar y regalar. Por fin.