MADRID, 29 Nov. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
Cuenta Rian Johnson que fueron los fans de 'Star Wars', concretamente aquel desmedido tsunami de odio que recibió a pecho descubierto tras el estreno de 'Los últimos Jedi', los que le sirvieron de gran inspiración a la hora de alumbrar 'Puñales por la espalda'. Benditos 'haters', entonces, los que le movieron a ejecutar este exquisito, elegante y travieso homenaje al 'whodunnit' y a su reina indiscutible: Agatha Christie.
Antes de volver a ser abducido por la 'Galaxia muy, muy lejana' el director de 'Brik' y 'Looper' dispensa un detectivesco tan tramposo y exquisito como requiere la ocasión en el que, a cuenta de la muerte de un afamado y adinerado escritor de novelas de misterio, juega con tradiciones y traiciones para armar una traviesa intriga que, más que un Cluedo vivo, es un sudoku. Una cuenta clavada, redonda y apetitosa como ese dónut que, en busca de mayor lucidez, invoca el pintoresco detective encarnado por un disfrutón Daniel Craig.
'Puñales por la espalda' es un filme sagaz en la gestión de los tiempos y de su rosario de giros y sorpresas en el que Johnson exhibe -como ya hiciera en 'Los últimos Jedi' más que les pese a los fans- su enorme capacidad para manejar los arquetipos hasta hacer de lo manido algo fresco, atractivo y, sobre todo, endiabladamente entretenido.
Además de la rebosante presencia de Craig, cuyo exótico trasunto de Hercule Poirot evidencia que sus dotes para la comedia socarrona están ya más contrastadas que sus letales habilidades como agente al servicio de su Majestad, 'Puñales por la espalda' cuenta con un gran fondo de armario de personajes llevados, dentro de ese aroma a autoparodia que impregna todo el filme, al extremo.
Quizá la sorpesa más grata sea el sólido trabajo de Ana de Armas, que consigue aguantar perfectamente el tipo ante las embestidas de 'miuras' de la talla de Jamie Lee Curtis, Toni Collette, Don Johnson, Michael Shannon, Chris Evans -ojalá Steve Rogers tuviera la mitad de carisma que su personaje- o el legendario, y aquí tan juguetón como Laurence Olivier en 'La huella', Christopher Plummer. Estando todos ahí dentro tirándose los trastos -y los cuchillos- a la cabeza... sería un auténtico crimen pasar por delante de su gran y pintoresca mansión y no llamar a la puerta.