MADRID 29 Abr. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
Gracias Odín por dejar a tu hijo en manos de Kenneth Branagh. Él es el principal culpable de que en su primer mazazo en la gran pantalla el Dios del Trueno cumpla aseadamente con lo que prometía... e incluso deje adivinar algo más.
Ojo (de Halcón, que también aparece en la película). Tampoco hay que venirse muy arriba cuando tengamos la entrada de Thor en nuestras manos. No nos engañemos. No es El Caballero Oscuro -en estas lides solo un Nolan evolucionado y mejorado puede llegar a superar a Nolan- pero tampoco es la fallida secuela de Iron Man o las de Spiderman. Y afortunadamente queda muy lejos de engendros como Daredevil, Catwoman o Elektra.
Tan simple como condenadamente entretenida. Es el mejor resumen que se puede hacer de Thor, el viaje de un dios desterrado que debe dejar su arrogancia y ambición a un lado para aprender a vivir como mortal. Una historia con grandes dosis de acción y que tiene carga épica, romántica y dramática en partes desiguales. Todo ello se presenta mezclado de forma digna y con una factura técnica envidiable de la que podrían aprender quienes perpetraron Furia de Titanes.
Y es que, con o sin el 3D, la cinta es visualmente espectacular. Especialmente la recreación de Asgard, tan pluscuamperfecta como corresponde a la morada del dios Odín, perfectamente reencarnado en la piel de Anthony Hopkins.
Sir Philip Anthony da un empaque a cada una de sus escenas que enriquece enormemente el conjunto. Algo parecido podemos decir de Natalie Portman. Dos valores seguros que Branagh ha sabido poner al servicio de la aventura más peculiar que nunca ha rodado.
LA CINTURA DE BRANAGH
Cuando Marvel anunció su fichaje no eran pocos los que dudaban que el director de Hamlet, Enrique V o Mucho ruido y pocas nueces tuviera la capacidad de reciclaje necesaria para poner su innegable talento creador en 'modo palomitas'. Lo ha conseguido y además ha salido airoso.
La conversión no parece tener mucho mérito, pero hay que ponerla en valor. Más si tenemos en cuenta que entre tantas barbas cinceladas, majestuosas capas y armaduras refulgentes -sin olvidar el crisol étnico en el que han convertido a los dioses nórdicos- era relativamente fácil caer en el ridículo y el esperpento.
Branagh ha sabido esquivar la caída en el abismo de la absurda extravagancia -al que sí es cierto que se asoma en algún que otro plano- para empaquetar los dos mundos en los que Thor se desarrolla con cierta coherencia estética y también argumental. Ese es su mayor logro. Su pulso para los pasajes del 'drama aristocrático' de la historia estaba ya más que contrastado.
Mención aparte merece Chris Hemsworth. El protagonista es, sin duda, el punto flaco del reparto y tiene suerte de que la mayor parte del metraje no le exija otra cosa que ser un dios hierático -no tanto como el imponente Idris Elba, que no mueve el cuello ni para mirar sus botas de oro- y un poco chulo. Cumple hasta que tiene que compartir intimidades con Portman. Ahí se le notan más su carencias.
En todo caso, Hemsworth es una tara conocida y soportable. Y nos tenemos que ir acostumbrando al marido de Elsa Pataky, porque ha firmado para seis películas: otras dos entregas de Thor y la trilogía de Los Vengadores. Ahí es nada.
Y hablando de la reunión de superhéroes de Marvel, no salgan corriendo del cine cuando atisben la primera línea de los (largísimos) títulos de crédito. Además de la constante presencia de SHIELD en la trama y de la escena de Jeremy Renner como Ojo de Halcón, la película cuenta con un jugoso regalito final. Para no perdérselo y evitar el atasco.