EUROPA PRESS, por Patricia Moreno
Cuenta Lolo Rico en su libro "La bola de cristal" (Plaza y Janés,
2003) que para su bisabuela la radio era una cosa de brujas. Fue esta
la idea que la inspiró para crear el mítico programa de televisión
que en los años 80 despertaba a los niños los sábados por la mañana y
que hoy da título a un libro que pretende recuperar esos viejos
tiempos. Quizá haya sido cosa de magia lo que ha hecho que la "La
bola de cristal" haya mantenido vivo su espíritu después de que el
programa dejara de emitirse hace quince años.
Los niños de entonces, hoy adultos de 25 ó 30 años, recordamos con
cariño el programa, que se emitió entre 1984 y 1988 en Televisión
Española. Para nosotros este espacio fue entonces un grupo de muñecos
que se hacían llamar "electroduendes", que tenían nombres peculiares,
la bruja Truca, el hada Vídeo, Sonoro, Capataz y la más impactante la
bruja Avería, y que hablaban de forma muy rara, con palabras como
"humanoides"y frases como ¡Viva el mal, viva el capital! o ¡Vamos a
desaprender para desenseñar cómo se deshacen las cosas!.
Sin embargo, debajo de toda esa parafernalia lingüística se escondía
toda una crítica al sistema, a la cultura, a la educación que
habíamos recibido y emprendía todo un alegato que consistía en
enseñar a los niños a aprender y a reflexionar.
El programa ha vuelto, pero en forma de libro, y mantiene vivo su
espíritu y su ideología, que la directora del programa y autora del
libro, Lolo Rico, confiesa de izquierdas. Un espíritu inspirado por
la "movida de los 80", de provocación, que reivindicaba un nuevo arte
y que ante todo no "tenía pelos en la lengua" después de tantos años
de silencio provocados por el régimen político.
El libro constituye un reflejo de lo que entonces se quiso mostrar,
un rechazo total y absoluto a los contenidos televisivos y un
convencimiento claro de que es posible hacer una televisión de
calidad.
Lolo Rico cuenta en este libro, ayudada por los que hicieron el
programa con ella, los entresijos de "La bola de Cristal" de una
forma sincera y crítica, pero sobre todo, divertida. Explica cómo
nace el programa, un espacio, en principio, dedicado al público
infantil y juvenil, pero que ella quiso que fuera distinto a lo que
se venía haciendo entonces, programas "con un plató pequeño
abarrotado de objetos de tamaño natural y descomunal y de varias
docenas de niños de los que obedecen al regidor y actores que gritan
diálogos insustanciales escritos por guionistas limitados o que no
tienen interés".
Se trata de un recorrido por la historia del programa a cuyas páginas
acuden para explicar lo que supuso para ellos esta experiencia,
Alaska -Olvido Gara- presentadora de "La bola"; Pablo Carbonell y
Pedro Reyes, quienes se ocuparon de una de las partes que más éxito
tuvieron dentro del programa, el Librovisor; Javier Gurrutxaga, que
protagonizó "La Cuarta parte" del programa; José Cano, autor de la
banda sonora, y muchos otros artistas que entonces despegaban en el
mundo del espectáculo y que hoy han consolidado su carrera como
Santiago Auserón, Loquillo y los Trogloditas o Kiko Veneno, quienes
pusieron música al programa.
A lo largo de sus 255 páginas con fotografías a todo color que
constituyen un auténtico tesoro, la autora recoge los momentos más
significativos de todas las secciones del programa: "Electroduendes",
los duendes de la electrónica, que representaban la imagen, el
sonido, el cine, el vídeo y a los que se unía la bruja Avería, cuya
voz nacía de la garganta de Matilde Conesa; "Librovisor", espacio
dedicado al fomento de la lectura y "La Cuarta parte", en la que
Javier Gurrutxaga representaba a todos los miembros de una familia a
modo de "espejo cóncavo", como él mismo afirma, "en el que se
reflejaban muchos otros padres e hijos a través de situaciones
cotidianas".
La tercera parte consistía en la emisión de series como "La
Pandilla" o "La familia Monster", ésta última repuesta por Televisión
Española años después.
Rico explica, además, los problemas con los que se enfrentó el
programa para salir adelante.
Poco dinero, pocos medios, demasiadas horas extras, demasiado
esfuerzo por parte de todos pero que mereció la pena, porque como
ella cuenta en el libro, fue un programa hecho desde la libertad. La
cuestión es que esa libertad no duró más que cuatro años, en los que
"La bola" tuvo que hacer frente a numerosas críticas que al final la
llevaron a su desaparición.
Pero también es una confesión de la autora acerca de sus inquietudes,
de sus intereses, de sus relaciones personales con los compañeros y
amigos como Carlos Valverde, director del área de programas
infantiles de TVE, quien le dio la oportunidad de llevar adelante el
programa, de cómo funcionaba la televisión, Televisión Española en
concreto, de cómo el programa marcó su vida y la de los que lo
hicieron posible.
En definitiva, todo un manifiesto en contra de la televisión
"basura". Como diría la bruja Avería, ¡por Saticón, Orticón y
Plumbicón!, quien no lea "La bola de Cristal" no sabrá nunca lo que
fue hacer una televisión de calidad.