MADRID, 2 Jun. (EUROPA PRESS) -
La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid ha presentado este viernes 2 de mayo los trabajos de restauración de las planchas de cobre grabadas al aguafuerte por Goya, que constituyen una de las cumbres del grabado universal.
El objetivo de los trabajos, que han iniciado a principios de año, es detener lesiones que se han observado en los últimos años. Se trata de corrosión provocada por la formación del 'efecto pila' entre el cobre de la matriz y las capas metálicas superpuestas, lo que se produce de forma natural favorecido por la humedad ambiental.
Tal y como ha explicado el museo, este efecto es más pronunciado en los acerados y niquelados, mientras que por el momento son más estables los recubrimientos de cromo. El 2 de enero de 2023 se iniciaron los procesos sobre la colección de 80 planchas calcográficas de Los Caprichos.
Previo a las intervenciones, las obras fueron analizadas por Laura Alba restauradora del Museo Nacional del Prado, mediante un equipo de fluorescencia de RX, con el objetivo de determinar los elementos que componen las capas metálicas de los recubrimientos. Para los primeros trabajos, se comenzó por las dos planchas que presentaban mayores daños.
El proceso inicial, consistió en documentar los depósitos de las superficies mediante microscopio digital, generándose documentación gráfica en la que se observan los depósitos de tintas, barnices y capas de protección y focos de alteración de los metales, tanto de la plancha de cobre como de los diferentes recubrimientos.
Previo al tratamiento de desacerado, se realiza una eliminación de elementos depositados en las superficies como barnices protectores, Paraloid y tintas antiguas cristalizadas. Una vez eliminadas las capas electrolíticas se realiza un tratamiento de inhibición del cobre y la protección de las planchas con un barniz reversible y estable.
Antes de iniciarse el proceso y una vez finalizado, las planchas son fotografiadas con un escáner aéreo de alta definición. También se realizan fotografías macroscópicas de lesiones y detalles que ayudan a documentar los trabajos de conservación.
Según el informe presentado por la restauradora Silvia Viana, el tratamiento de cada plancha tiene una duración diferente, pues depende del espesor de los recubrimientos y el desgaste de los mismos, ya que no son lineales pues se observan densidades diferentes en la misma plancha.
Durante el proceso se han tomado muestras de los baños utilizados para la eliminación de los recubrimientos, para ser analizadas en los laboratorios SECYR de la Universidad Autónoma de Madrid. El objetivo de estos análisis es controlar y conocer el proceso químico que explique cómo se produce la eliminación de las protecciones de las matrices.
LAS MATRICES ORIGINALES DE GOYA
En el conjunto de matrices de la colección conservada por la Calcografía, que reconstruye la historia del grabado español, destacan las 228 planchas grabadas por Francisco de Goya, que se han incorporado a la institución en diferentes etapas.
Las primeras matrices de Goya fueron compradas directamente al autor en la última década del siglo XVIII, y son las trece láminas de las Pinturas de Velázquez, junto con las matrices del Agarrotado y San Francisco de Paula. Años más tarde, en 1803, ingresaron por Real Orden, los ochenta cobres de la serie los Caprichos, cedidos por Goya al Monarca a cambio de una pensión a favor de su hijo.
Las siguientes series llegaron a la Calcografía bastantes años después, ya que no fue hasta 1862 cuando la Academia adquirió las ochenta láminas de los Desastres de la guerra --cuatro de ellas grabadas al dorso de dos paisajes-- y dieciocho de los Disparates, que habían quedado en la Quinta del Sordo a la salida de Goya hacia Francia.
La serie de los Desastres se completó con la donación de Paul Lefort a la Academia, en 1870, de las láminas 81 y 82 de esta serie. Más tardía fue la incorporación a los fondos de la Calcografía de las treinta y tres láminas de la Tauromaquia, siete de ellas grabadas también en anverso y reverso. Los cobres fueron adquiridos en 1920 por el Círculo de Bellas Artes, quien los depositó en la Calcografía Nacional en 1936, y que fueron comprados definitivamente por la Academia en 1979.