MADRID, 3 Mar. (EDIZIONES - David Gallardo) -
U2 terminaron a finales de 1993 su ZOO TV Tour con dos conciertos en Tokio, donde el grupo irlandés puso fin a la reinvención perpetrada en los discos Achtung Baby (1991) y Zooropa (1993). Habían salido airosos de la mutación, pero la metamorfosis aún no había finalizado.
Por eso, comenzaron a trabajar junto a su productor fetiche Brian Eno en unas composiciones que les llevaron tan lejos como para tener que fundar una nueva banda llamada Passengers, pues lo que estaban pariendo no tenía de ninguna manera cabida bajo la etiqueta de U2.
En ese proyecto -editado en noviembre de 1995- y en la revisión electrónica de la sintonía de Misión imposible que hicieron el bajista Adam Clayton y el batería Larry Mullen está el germen del que terminaría siendo el noveno álbum de U2, Pop, lanzado el 3 de marzo de 1997. Audacia y desafío en el último disco realmente arriesgado de los irlandeses.
Años locos de creatividad desbordante en los que todo era posible. Con el miedo justo y la borrasca acechando. Con un espíritu decididamente explorador, el grupo retomó algunas buenas ideas de las sesiones de Zooropa y trabajó en otras nuevas con productores como el viejo colaborador Flood y Howie B, con quien habían ya colaborado en Passengers.
Al inicio también estaba Nelle Hooper (conocido por trabajos con Massive Attack o Björk), pero abandonó el barco cuando comenzó a hacer aguas. Porque lo que alegremente comenzó con cajas de ritmos, secuenciadores y loops frescos, terminó encallando en todavía no se sabe cuál orilla. Y no se hundió dramáticamente por poco.
"Descubrimos nuevas formas de escribir canciones aceptando la influencia y la estética de la música dance", apunta el guitarrista The Edge en U2 by U2, la autobiografía coral del grupo en la que Clayton apostilla: "Queríamos hacer un disco que fusionara rock y pop con la fuerza que se podía obtener con los loops de secuenciador y ritmo".
"Gran parte de la música club es instrumental y pensamos que si podíamos obtener esa fuerza, dureza y evocación con unas voces melódicas, el resultado sería extraordinario", añade el bajista sobre la idea inicial, cuando los miembros del grupo estaban más profundamente fascinados por la cultura de los clubes de música dance.
En la segunda parte de 1995, el trabajo se desarrolló en Dublín con Mullen fuera de juego por una operación de espalda, de manera que Howie B utilizada programaciones de batería mientras el resto de la banda experimentaba. Durante todo el siguiente año se intensificaron los trabajos con la intención de tener listo el álbum a finales de 1996, pero no fue así.
"Pop es el sonido de U2 intentando hacer una oda de la cultura club sin utilizar los mecanismos de la música dance, como loops y cajas de ritmo. Deberíamos haber reorganizado todo y continuar con las canciones a un nivel más alto. Pero en lugar de eso, nuestro mánager contrato las primeras fechas de la gira", rememora Bono.
Contratar la gira antes de tener terminado el disco fue, efectivamente, un error de principiantes especialmente incomprensible en una banda del tamaño y la experiencia de U2. Más aún teniendo en cuenta palabras como estas de Bono: "Las canciones no eran lo bastante buenas, los temas y las melodías estaban allí pero parecía que no despegaban".
Exactamente igual opina The Edge: "La gran síntesis entre composición y baile no se dio, estábamos mezclando aceite y agua. En cierto modo, las primeras improvisaciones que hicimos con Howie B eran lo mejor: frescas, diferentes y emocionantes. Cuando las canciones empezaron a surgir perdimos la personalidad como banda".
Y es que, tal y como apunta Bono en el libro U2 by U2, "Pop nunca tuvo la oportunidad de estar definitivamente acabado", por lo que se refiere al álbum como "la sesión demo más cara de la historia". "Había grandes temas de base, pero no es suficiente tener una buena letra o una gran idea si la melodía y la ubicación musical no son correctas", sentencia.
CIERRE EN FALSO
En última instancia, el grupo no tuvo más remedio que optar por el 'así está bien, así se queda', pues las sesiones se tornaron "agotadoras y tensas". "Algunas de las personas que mezclaban hacía una semana que no se metían en la cama", destaca Bono, quien incluso estaba teniendo graves problemas con su voz. Y aún añade: "Parecíamos un grupo de hombres en una mancha de petróleo en medio del Mar del Norte".
Coincide en esta visión pero mete también una pulla el que fuera mánager de la formación desde 1978 hasta 2013, Paul McGuinness, quien sentencia: "Para U2 siempre será el disco que no tuvieron tiempo de terminar, aunque el problema fue que había demasiados cocineros. Cuando la gente intenta elegir entre la mezcla 26 y la 27 de algo, la gama de posibilidades se convierte en una forma de parálisis".
La locura llegó a tal descontrol que cuando The Edge y Howie B llevaron el álbum a Nueva York para la masterización, todavía se estaban haciendo cambios. Así lo confiesa el guitarrista: "Terminamos el disco con Flood en la producción intentando cambiar su naturaleza pero sin tiempo para hacerlo. Al final se convirtió en una solución intermedia".
DE LA FIESTA A LA RESACA
Esa solución intermedia comienza con la guitarrera y rítmicamente techno Discothèque, prosigue con la sensualidad nocturna de Do You Feel Loved y explota con el poderío electrónico y rave de Mofo. Todo lo que U2 quisieron conseguir al fusionar dos mundos tan opuestos como el rock de estadio y la música dance está en estas tres canciones. Después, el discurso vira.
"Do you feel loved fue una magnífica idea que nunca se convirtió en una gran canción", subraya The Edge, para acto seguido agregar: "Mofo es una canción completamente de estética dance. No hay ninguna intención de mantener en ella el formato del grupo, aplicamos la cultura dance y funcionó". "Es sonido muerto de un blues electrónico en el que hablo con mi madre. Es como un soliloquio de Hamlet aunque yo nunca vi fantasmas", tercia Bono.
Retoma The Edge la palabra para concluir que "el asalto sonoro íntegro entre dance y rock duró solamente tres canciones", pues el cuarto corte, If God will send his angels, es "territorio más familiar para U2 con una melodía agradable pero un estribillo que no acaba de conectar". Y lo mismo opina el guitarrista sobre Staring at the sun y Last night on Earth.
"Puse muchas esperanzas pero Gone siempre sonó mejor con acústica", admite The Edge sobre el séptimo corte, previo a Miami, otro corte que sí tiene la pulsión y el groove de la electrónica con un loop de batería distorsionado y un filtro de equalizador saturado. Una gran rareza en la discografía de U2, otro pildorazo de blues futurista.
"La mayor parte de las canciones de Pop se quedaron a un paso de llegar a su punto culminante", destaca Bono, quien no esconde su decepción con The Playboy Mansion y sus "chistes sin gracia" sobre OJ Simpson y Michael Jackson. "If you wear that velvet dress quería ser un clásico de la calle y al final acabó como música de fondo en la sala de un aeropuerto", remata.
El undécimo tema, Please, sí estuvo bien cerca del sobresaliente con su temática política sobre el fracaso del proceso de paz en Irlanda del Norte, aunque Bono no está seguro de que le hicieran "justicia". Igual piensa Larry Mullen: "Una gran canción pero me da la sensación de que no la terminamos. Como el resto del álbum. Unas semanas más habrían marcado la diferencia en todos los temas".
Cierra el minutaje Wake up dead man, un diálogo con Dios en la tradición de los salmos de David. "Un álbum que empieza con una promesa tan brillante como Discotheque debe finalizar con la oscuridad del soul de Wake up dead man. Es el concepto del disco, que empieza con un concepto escapista pero va derivando en la compresión de que no hay escapatoria de la dura realidad", resume The Edge.
Ese fue el hallazgo de U2 durante todo el proceso de Pop. Pretendían llegar a un lugar luminoso pero constataron que la luz no brilla perpetuamente. Y en el camino, "un montón de referencias a Dios", como indica Bono: "Queríamos hacer un disco divertido pero llegamos al final de la fiesta. El baile ya se había terminado y había un montón de botellas vacías, jóvenes durmiendo debajo de las mesas y peleas en el jardín entre los enamorados que habían bebido demasiado".
"Me gustaría volver a visitar esas canciones algún día y darles la atención y el tiempo que merecen", concluye en U2 by U2 el batería Larry Mullen (un anhelo que se materializó en parte, tras intentos previos en caras-b de singles, en el recopilatorio The Best Of 1990-2000, donde hay nuevas mezclas de Gone, Dischotéque y Staring at the Sun).
7 MILLONES DE COPIAS VENDIDAS
Con la terrible sensación de que podrían haberlo hecho mejor con un poco más de tiempo, el álbum llegó a las tiendas el 3 de marzo de 1997, precedido por el estupor generalizado que provocó el primer single, Discothèque, con ese videoclip en los que los miembros del grupo bailan disfrazados de Village People. ¿Qué demonios es esto?, se preguntaron propios y extraños.
A pesar de la zozobra y el desconcierto, Discothèque fue número 1 en Reino Unido y varios países europeos, llegando al top 10 en la lista Billboard de Estados Unidos. Un éxito en toda regla, por tanto, que bien podría haber tenido continuidad si el resto del álbum hubiera estado igual de terminado y tuviera la misma pegada. Pero aunque 'Pop' llegó el númoer 1 en la álbumes en USA y UK, pronto comenzó a evaporarse de los charts..
Lo que llegó después fue una diáspora absoluta de críticos y fans, con facciones enfrentadas a muerte. Por un lado, los que estaban encantados con la audacia de una banda que apenas diez años antes triunfaba con la solemnidas de With or without you y ahora parecía vivir en una extraña fiesta sin fin. En el extremo opuesto, los que pensaban que la broma había ido tan lejos que ya solo era un mal chiste.
POPMART TOUR
Y con este panorama, el grupo inició el Popmart Tour el 25 de abril en una noche aciaga en Las Vegas, incluso teniendo que empezar de nuevo alguna canción. La nueva propuesta naufragó relativamente a pesar de que el espectáculo era soberbio, con una pantalla mastodóntica y el grupo metiéndose dentro del célebre limón gigante (y un repertorio en realidad abrumador). Pero la respuesta tuvo en Estados Unidos estadios asombrosamente semivacíos como el de Tampa (Florida) con 20.000 espectadores para un aforo total de 75.000.
Sin embargo, el cuarteto supo hacerse fuerte y para cuando la gira llegó a Europa todo estaba más engrasado y el éxito fue más reconfortante, aunque tampoco se agotaron entradas en muchos conciertos (el 9 de septiembre de 1997 en el Vicente Calderón de Madrid rozando el lleno pero no, por ejemplo, aunque hubo bastantes otros, con situación similar el 13 de septiembre en el Estadio Olímpico de Montjuic en Barcelona).
La experimentación llevó a U2 al extremo de poner en duda su propia identidad e incluso la de sus fans, que ya no sabían si eran rockeros o les gustaba la música dance. ¿Pero acaso no va de eso el arte? Una interesante forma de acabar el milenio para una banda que, con la crisis de la mediana edad, poco después decidió volver al hogar con el cambio de siglo y establecerse en la comodidad.
Porque al final, hay cosas que no puedes dejar atrás. Pero esa es otra historia. Y Pop perdura como el último gran riesgo de U2. Ellos lo consideran fallido, seguramente porque no obtuvieron todo el éxito en cifras que esperaban ni recibieron loas generalizadas. Pero quizás Pop, aparte de su última gran aventura (¿infravalorada?), también sea su última gran obra. Porque todo lo que vino después se movía sobre suelo conocido y así es imposible sentirse libre para bailar.