MADRID, 15 May. (EDIZIONES - David Gallardo) -
Parecía imposible. Era algo ya totalmente descartado después de más de veinte años de distanciamiento. Los miembros originales de la última gran banda del hard rock jamás serían capaces de reconciliarse. Ya ni se debatía sobre la cuestión, pero a principios del pasado año los astros se alineaban y todo cambiaba.
Con el rockerío planetario entre estupefacto y ansioso, el guitarrista Slash y el bajista Duff McKagan regresaban oficialmente a Guns n' Roses, tras sus respectivas salidas en 1996 y 1998. Y en abril de 2016 compartían de nuevo escenario con el vocalista Axl Rose 23 años después de su última actuación juntos, en julio de 1993 en Buenos Aires (Argentina).
Desde entonces, la reunificada banda ha recorrido medio mundo llenando estadios del norte al sur de América, Asia y Oceanía. Y así llegamos a la primavera de 2017 con la inminencia de una gira europea que se ha hecho de rogar pero que ya mismo comienza el 27 de mayo en Dublín, y que pasará tres días después por el estadio San Mamés de Bilbao y el 4 de junio por el Vicente Calderón de Madrid.
Ante la inminencia de su visita a España, nos animamos a proponer una serie de cambios a un espectáculo que, aunque está más que avalado por público y crítica, quizás siempre es subceptible de mejora. Para que estos conciertos de la gira de reunión de Guns n' Roses sean aún más bárbaros de lo que ya de por sí son. Un juego, no más, intentaremos que sin desvelar demasiados detalles. Juguemos.
IZZY STRADLIN Y STEVEN ADLER
Hasta ahora hemos mencionado a Axl Rose (el único fundador que se ha mantenido al frente del grupo durante todo este tiempo, con músicos contratados, en una larga travesía del desierto), Slash y Duff. Faltan, por tanto, el también guitarrista original Izzy Stradlin y el baterista Steven Adler. Faltan y si estuvieran se multiplicaría exponencialmente el poderío de los recitales, tanto por sus aportaciones musicales como por el componente emocional.
Izzy no ha hablado demasiado sobre el asunto pero ya dijo suficiente cuando afirmó que no estaba en el grupo porque no iba a cobrar lo mismo que el triunvirato comandante. Steven, por su parte, ha hecho apariciones puntuales para tocar algún tema en unas pocas fechas, pero ahí se ha quedado la cosa. Sin desmerecer a sus sustitutos, Richard Fortus y Frank Ferrer, esta gira molaría infinito más con ellos (o con Gilby Clark y Matt Sorum, sus reemplazos originales en 1991 y 1990, respectivamente).
REPERTORIO MÁS DIVERSO
Sucede en casi todas las grandes giras, salvo honrosas excepciones como las de Bruce Springsteen y Pearl Jam: el grupo confecciona un repertorio fijo que se va repitiendo noche tras noche. Con algunas ligeras variaciones, en el mejor de los casos, como de hecho ocurre con Guns n' Roses. Pero por lo general, ese guión no se toca, permanece inalterable a más de un 90 por ciento con la excusa de que el montaje de luces y de imágenes está sincronizado y resulta complejo introducir cambios.
Eso es comprensible y juega a favor de ofrecer un espectáculo compacto, rodado y efectivo. Pero también se pierde un tanto la espontaneaidad y puede terminar pareciendo más un musical que un concierto de rock, en el que el componente de imprevisibilidad debe mantenerse siempre vigente y expectante. No vendría mal, por tanto, un repertorio más amplio con el que ir jugueteando (aún más de lo que ya hacen) cada noche. De hecho, sería estupendo.
MENOS DESARROLLOS INSTRUMENTALES Y MÁS TEMAS RÁPIDOS
La furia de Guns n' Roses surgió a mitad de los ochenta de la mezcla del hard rock, el garage y el punk. Las largas y megalomaníacas epopeyas de Axl Rose al piano llegarían después, con la banda ya convertida en la última gran esperanza del género. Esa sigue siendo una balanza que equilibrar convenientemente, pues además es innegable que temas como 'November Rain', 'Estranged', 'Civil War', 'Rocket Queen' o 'Coma' son sobresalientes.
Pero su minutaje es excesivo porque, además, son interpretadas con largos desarrollos instrumentales que, queramos o no, generan desafección en parte del público. Por supuesto que es genial contemplar a Slash recorriendo los trastes de su Gibson Les Paul, es una imagen icónica de la historia del rock, eso desde luego. Pero quizás se abusa en exceso de ese tipo de momentos.
Cabe plantearse, por tanto, si no ganaría en pegada y dinamismo esta gira si en lugar de alguna(s) de esas canciones el grupo interpretara algún trallazo menos trillado como 'Right next door to hell', 'Perfect crime', 'Back off bitch', 'Don't damn me', la pretérita 'Reckless life' o las olvidadas 'Anything goes' y 'Think about you'.
MENOS VERSIONES
La interpretación del 'Knockin on heaven's door', también demasiado larga, nos sirve para hilar el punto anterior con el asunto de las versiones, pues tampoco se entiende fácilmente que la banda incluya algunas de ellas en el setlist. Lógicamente, la canción de Bob Dylan está por derecho propio, pues Guns n' Roses la popularizaron a su manera a principios de los noventa. Igual ocurre con el 'Live and let die' de Paul McCartney, vale.
Pero es que hay alguna más, y no forma parte del 'Spaguetti incident' que la banda publicara allá por 1993. La inclusión de alguno de los temas de ese álbum es comprensible porque también forman parte de la propia historia de la banda y, de hecho, ocurre en ocasiones. Eso es un detalle interesante, pues no son pocos los fans que le guardan especial cariño a ese disco por ser el último con Slash (hubo que esperar hasta 'Chinese democracy' para tener otra entrega).
Pero convengamos que más allá de estas, que ya son más que suficientes, no tiene mucho sentido que suenen The Who, Pink Floyd o los Derek & The Dominos de Eric Clapton (estas dos últimas, con generosos desarrollos instrumentales, para más escarnio), por mucho que sean formaciones clásicas veneradas indiscutiblemente por todos. Alguno de los temas propios más punks del propio repertorio de Guns n' Roses sería bastante más celebrado.
SIN CHINESE DEMOCRACY
Hubo que esperar quince años para tener un nuevo disco firmado por Guns n' Roses, aunque en realidad sea un proyecto en solitario del vocalista. Por eso tiene sentido que con la cantidad de años que Axl Rose empleó en componer 'Chinese democracy' (2008), quiera reivindicarse a sí mismo y frotarse un poco a sí mismo su propio lomo viendo a Slash tocar alguna de esas canciones en cuya creación no participó. Nadie esperaba que jamás las tocara, de hecho.
Esa es indudablemente una pequeña gran victoria para el orgullo de Axl (los representantes y abogados de cada cual debieron trajinar de lo lindo este asunto). Y bueno, aunque las canciones escogidas no son una mala cosa, en realidad casan relativamente con el resto del repertorio, el de la etapa clásica que todos los fans de Guns n' Roses aman sin excepción. Si nos ponemos exquisitos, venga, dejamos en el setlist el tema que da título al álbum. Pero ya. El resto fuera y lo petamos a base de bien. Aún más bestial todo.