MADRID, 22 Dic. (EUROPA PRESS - David Gallardo) -
Con la gira de presentación de Monstruos (Sony Music, 2016), su tercer disco en solitario, Leiva (José Miguel Conejo Torres, Madrid, 1980) ha hecho el camino inverso al habitual: empezando en el otoño de 2016 en grandes pabellones y terminando este jueves ante 300 personas en la Sala El Sol de Madrid.
Quizás porque para vencer el miedo a los monstruos que habitan debajo de la cama de cada cual no hay más remedio que asomarse. Enfrentarse a ellos en la oscura intimidad de la noche. Hacer el camino desde la protección de la multitud hasta ese instante crucial en el que estás solo frente a tus propios temores. No hay otra manera.
Por eso recuerda Leiva desde el escenario de la pequeña y legendaria sala madrileña que esta etapa empezó en grandes conciertos como el del 30 de diciembre del pasado año en el Palacio de los Deportes de la capital. "Y termina en El Sol, una sala muy importante para la cultura de esta ciudad", destacó durante el recital.
Y aún prosiguió: "He venido aquí a conciertos que me cambiaron la vida. No me acuerdo la primera vez que llenamos sitios enormes pero sí de la primera vez que agotamos entradas aquí con Pereza, con Rubén y Tuli, porque para nosotros era algo muy grande. Ese día que llenamos murió Julián Infante (4 de diciembre del 2000), así que quisiera brindarle el show a nuestro Keith Richards en castellano, que es lo que siempre fue. Gracias por el esfuerzo de comprar una entrada".
En ese ambiente de inquebrantable camaradería y cercanía se desarrolla este último concierto de la Gira Monstruos, colofón a una tanda en la que Leiva y su Leiband han pasado durante este mes de diciembre también por otras salas de la capital como La Riviera, Caracol, Barceló, Siroco y Joy Eslava. Por puro romanticismo, la de El Sol era una cuestión de necesidad.
Una cuestión de vencer miedos infantiles y de cumplir sueños adolescentes. De no olvidar lo que cuestan las cosas. Los ocho músicos de la Lieband lo tienen siempre presente y el público es consciente. Por eso no sorprende la entrega desde el instante mismo en el que se apagan las luces de la sala y se encienden las del escenario.
El último incendio y Lluvia en los zapatos son absolutamente coreadas y la velada coge velocidad con esa mirada al pasado de Pereza con Animales, ahora redirigida hacia el soul, el honky tonk incluso. Después de tanto concierto, la banda coge rápido consistencia y sencillamente fluye con musculosa solvencia. Sabedores de que ganan en el cara a cara, en la distancia corta. Dirigida por Leiva y su fiel escudero, su hermano Juancho de Sidecars, a su diestra afilando duro una Gibson Les Paul dorada que también tiene mucho de sueños de juventud.
Se suceden temas recientes con otros añejos. Guerra mundial, Mi mejor versión, Palomas, Los cantantes, EME, Breaking Bad, Miedo (con guiño al Loser de Beck) y Ciencia ficción dan paso a Sixteen, tema que Leiva grabó con Fito y Carlos Tarque de M Clan. Incluso aparece El caso de la rubia platino, con el que Leiva rinde pleitesía a ese Joaquín Sabina con el que tanto ha trabajado de un tiempo a esta parte, tanto en estudio como en vivo.
NOMINADO AL GOYA
Los músicos se arremolinan alrededor del micrófono principal para una versión desnuda de Vértigo y luego vuelven a sus sitios para hacer Contra las cuerdas de Sidecars. El single nominado al Goya La llamada da continuidad a una noche que discurre aparentemente fácil gracias al evidente callo que tiene la banda a estas alturas. Y el aroma a despedida y cierre aporta la gota necesaria de confianza.
Electricidad desprende justamente eso y prepara el camino para el muy coreado recuerdo a Pereza con Como lo tienes tú, e incluso un pasaje del Hey Jude de los Beatles. La muy stoniana Medicina suena 'gorda de veras', contiene otra mirada al pasado en forma de Estrella Polar y da paso a Terriblemente cruel como adiós de mentirijilla.
Porque regresa Leiva, descamisado, solo ante el micrófono con su guitarra, para dejárselo en la desnudez de Vis a Vis. Incluso se escucha el ruido del aire acondicionado, logrando un silencio entre el público que ojalá fuera la norma siempre en este tipo de momentos en todos los conciertos de todos los artistas.
El western rock que es Sincericidio levanta por enésima vez el trote como penúltima después de dos horas de cara a cara que Leiva, totalmente consciente del valor de las distancias cortas, resume ante el micrófono: "Nos habéis regalado una compañía incuestionable. Terminamos en la sala donde todo empezó. Es conmovedor terminar una gira en El Sol. Tiene unas connotaciones emocionales brutales".
Hasta ese punto de franqueza llega una noche que ya era un triunfo de antemano, con las poquitas entradas agotadas en minutos. Y una Lady Madrid extremadamente cantada por la concurrencia pone ya sí el punto final no ya a la noche, sino a toda esta etapa de convertir los monstruos en aliados. "Nos veremos en un año, en cuatro meses, en seis años. Hasta pronto Madrid, se os quiere", remacha Leiva abrazado con su banda. Ya con la tranquilidad de quien venció sus miedos.