MADRID, 31 May. (EUROPA PRESS - David Gallardo) -
Sin apenas despeirnarnos vamos a por los tres meses sin conciertos. Urge algo, lo que sea. Y ese revulsivo han resultado ser Los Punsetes. Ya está, es así.
Cantando contra tu opinión de mierda y creando un pogo donde era improbable. Ahí lo crearon. En la Moby Dick, sala de Madrid con aforo para 300 persones que este sábado acogió a treinta.
Con cruces en el suelo para posicionarse, con rallas de colores en el suelo que no se te ocurra cruzar. Ese es el trato para las treinta personas que pagaron 16,50 euros.
"Es algo experimental, pera probar nosotros también", resume Antonna, guitarrista de la banda, quien resume su sensación: "Volver a montar los instrumentos y tocar en directo es maravilloso".
Básicamente eso es lo que pasa. Que el grupo monta y la gente espera a que dicho grupo salga. Y cuando sale, aplauden. Pueden ser miles o unas pocas decenas, pero ese es el ritual.
No es perfecto lo que acontece, en absoluto. La imperfección en este caso no tiene gracia ninguna. Estamos ante una movida de calado: ¿qué hacemos? Pues esto estamos haciendo.
El poco gentío no pisa la línea trazada en el suelo. Ni la salta. Alguien salta y choca un pecho con cualquiera otro, pero ya. "Muchas veces tocas en festivales y hay streaming en directo. Esto combina cosas que ya existían", remarca Antonna, quien añade rotundo: "Lo importante es poner en valor las cosas".
STREAMING
Es importante poner valor a las cosas, claro, pues este concierto se podía ver en vivo por streaming por ocho euros. Hasta qué punto eso es interesante es algo que descubriremos en un tiempo.
El responsable de prensa de la sala, Hugo García, apunta en esa dirección: "Hemos puesto muchos contenidos gratuitos, pero la cultura no es gratis. Todo el trabajo de la gente tiene un precio".
Le lleva esto a plantear que hay "sonrisas detrás de la mascarilla" y que en total pueden ser "600 o 700 espectadores". "Estamos muy contentos, esto va a ir a más, esperamos que se pueda crear una bola. La gente se comporta ejemplarmente, viene concienciada", remata.
Al final es un concierto pero al mismo tiempo es algo diferente que no existía. La treintena asistente cumplío las normas, no traspasó las líneas literalmente dibujadas en el suelo.
Hubo cierto gentío alocado en algún momento, inevitable aquello. Pero por lo general tal contención hubo, que resultó ejemplar. Y al final del día fue un concierto aparentemente normal. Aunque no.