RELACIONADO - Escucha el ambicioso y singular nuevo disco de Rosalía ENTREVISTA - Rosalía: "Siempre voy a reivindicar a la mujer fuerte" MADRID, 31 Oct. (EUROPA PRESS - David Gallardo) - A cinco minutos de las ocho, cuando el gentío ya comenzaba a impacientarse amargamente por la media hora de retraso, cruzaba Rosalía la Plaza de Colón, con paso firme y determinación con la mirada puesta en el escenario al que se acercaba mientras las más de 11.000 personas que abarrotaban el recinto -convenientemente vallado y controlado- aullaban y gritaban su nombre. Su sola presencia hizo temblar las canillas del gentío que se congregó en esta céntrica plaza capitalina desafiando al frío para asistir in situ a la presentación de 'El mal querer', el esperadísimo segundo álbum de la barcelonesa, que llega finalmente este viernes 2 de noviembre tras el éxito planetario de 'Malamente' y 'Pienso en tu mirá', los dos anticipos que acumulan más cien millones de streamings y visionados en YouTube. Como si fuera una boxeadora o una luchadora, alcanzó finalmente ese ring en el que se quitó la bata rota que tapaba el vestido rojo diseñado por Palomo Spain e inspirado en la icónica escena de los pétalos rojos de la película 'American beauty'. Y entre gritos de "diosa" y "guapa" arrancaba una actuación original y personalísima, puesta en escena -en alianza con Red Bull, que también emitió la actuación en streaming para todo el mundo- de un álbum igualmente inclasificable. Flamenco, pop, R&B y música electrónica con El Guincho al fondo del escenario para lanzar las bases y controlarlo todo, flanqueado por dos cantaoras femeninas y dos palmeros masculinos a ambos lados. Bien arropada por una decena de bailarinas vestidas de blanco que bien podrían formar parte de un equipo olímpico de gimnasia rítmica, se suceden 'Maldición', 'De madrugá', 'Presiento' y 'Bagdad' con una escenificación atrayente en la que el carisma de Rosalía atrapa toda la atención. "Madrid buenas noches. No sabéis la ilusión que me hace estar aquí y veros en esta plaza pasando frío conmigo. Me hace muy feliz, os quiero mucho", dijo a la concurrencia, entregada desde el primer momento, que respondió con aullidos a todas y cada una de sus palabras. Cómo sobre las tablas, Rosalía se arrancó después con una interpretación a capela de 'Catalina' en el extremo de la larga pasarela que salía desde el escenario, con un leve acompañamiento de cajón flamenco que provocó un inesperado silencio reverencial. Salvaje cambio de tercio desde la tradición hasta la vanguardia que impregna ese 'De aquí no sales' que canta subida en un quad en este caso de atrezzo, aunque los arreglos de los acelerones pregrabados son los que llevan el tema hasta territorios desconocidos e inexplorados. El crescendo final se desata con todas las bailarinas repartidas por la pasarela en una poderosa coreografía que deriva en una suerte de haka rebosante de energía. Hay entonces un interludio con manga en las pantallas antes de la intensidad sexual de 'Di mi nombre', en el que la catalana vuelve a lucirse vocalmente con su amplitud de registros y termina engatusando con un meneo levemente cercano al twerk. Un alarido de "¡Olé tu coño!" sale del centro de la concurrencia, que aplaude la ocurrencia mientras grita al reconocer los compases de 'Pienso en tu mirá', uno de los momentos indudablemente álgidos de la velada. Para entonces las bajas temperaturas ya no importaban demasiado, y Rosalía comandaba la actuación con mano de hierro cantando 'A ningún hombre', la canción de empoderamiento femenino que cierra 'El mal querer' y que finiquita su trama amorosa. Emocionada, no está por la labor la barcelonesa de contenerse, de manera que baja del escenario y saluda efusivamente a las primeras filas. Abrazos y besos. Incluso se arroja sobre las cabezas en un momento dado y el enésimo grito de "guapa" se cuela por su micrófono a todo volumen y con total nitidez. Aute cuture retoma la deriva del show como penúltima bala antes del ansiado desenlace con 'Malamente'. Cantada de principio a fin por los 11.000 que están dentro del recinto y los centenares que, al no conseguir una de las invitaciones que ayer se agotaron en media hora, se tuvieron que conformar con pulular por las inmediaciones de la Plaza de Colón. Y así, bajo la enorme bandera de España que engalana este céntrico foro, con las letras del Centro Colón iluminando al otro lado de la Castellana, se despidió Rosalía Vila Tobella (San Esteban de Sasroviras, Barcelona, 1993) para conquistar el mundo tras 50 minutos de calculada e imponente actuación. Una presentación a la altura de la estrella internacional en la que se ha convertido casi sin darnos cuenta durante lo que llevamos de año. Conquistando el mundo global partiendo de la tradición española más pura, con una velocidad que es ya objeto de estudio en medios tanto patrios como foráneos. Visto lo visto, resulta muy aventurado imaginar lo que el futuro a corto plazo puede traerle a Rosalía pero, desde luego, una cosa queda clara cada vez que se sube a un escenario: Tiene rollazo.