MADRID, 29 Jun. (EUROPA PRESS - David Gallardo) -
En plena ola de calor lo más recomendable es meterse entre pecho y espalda una sopa ardiendo y una buena ración de metal y rock duro igualmente abrasivo. Así que siguiendo las indicaciones médicas, 22.000 afanados seres humanos se congregaron en el árido asfalto -nada de césped esta vez, en un detalle fascinante- del aparcamiento de La Caja Mágica en la primera jornada del Download Festival de Madrid para danzar a 40 grados a la sombra.
Al haber menos afluencia que otros años en los que se superaban holgadamente las 30.000 personas, todo resulta especialmente sencillo en los accesos, en las barras y en general en todas partes. Una realidad que demuestra que menos puede ser más y que sin duda resulta agradable para los que sí han querido gastarse su dinero en acudir a la cita. Malo para la organización, bueno para el respetable.
Una vez dentro, todo fluye bien sincronizado con buen sonido en todos los escenarios mientras Children of Bodom se lo trabajan de lo lindo escudriñados por un sol justiciero, pendenciero y todos los adjetivos de ese tipo. No en vano, el gentío disfruta especialmente con su viejo clásico 'If you want peace... prepare for war'.
Turno después para Papa Roach y su metal alternativo que por mucho que quieran siempre será de corte noventero. Comandados por el infatigable vocalista Jacoby Shaddix, los californianos se marcan una hora de lo más solvente en la que enardecen con su versión de 'Firestarter' de Prodigy y sueltan pildorazos como 'Getting away with murder', 'Scars' o 'Last resort'. Clásicos contemporáneos del metal alternativo.
Turno después para la épica guerrera de Sabaton, que inunda la jornada ya entrando en la noche con la rotunda pegada de 'Bismarck', 'The Last Stand', 'Primo Victoria', 'Swedish Pagans' o 'To hell and back'. Como siempre ocurre con la banda sueca de power metal, el arrase es tal que diríase que el gentío está pidiendo un armisticio... pero no, en realidad quiere más batalla.
Exactamente igual que en su última visita a la capital el 3 de julio de 2016, Scorpions cuentan con Sabaton como teloneros. Será casualidad, pero aquella velada en el entonces Barclaycard Center -hoy WiZink- tuvo esta huracanada concatenación. Tres años después cambia el emplazamiento pero lo que no cambia es el repertorio de Scorpions porque, total, ¿para qué?
La banda alemana se despidió de Madrid en Vistalegre allá por el 2014 haciendo básicamente lo que hace hoy. Dijo su guitarrista Rudolph Schenker (Hannover, 1948) a Europa Press que se habían dado cuenta de que "continuar era su misión en la vida", así que como buenos milicianos del rock la están cumpliendo. Y así está bien, porque noches de gloria al final no hay tantas en la vida.
El vocalista Klaus Maine (Hannover, 1948) mantiene su voz razonablemente en su sitio y, aunque se quede corto recurrentemente, no pasa nada. No importa tanto porque Scorpions ya trascendieron hace tiempo esa barrera del bien y el mal. La gente sabe lo que van a ver y lo goza de lo lindo con 'Going out with the bang', 'The Zoo', 'Coast to coast' o baladones como 'Send me an angel' y 'Wind of change'.
Y da igual porque todo lo que Scorpions tenían que hacer creativamente lo hicieron hace ya mucho tiempo, especialmente con su Love at first sting de 1984. Un disco de época del que esta noche suenan 'Bad boys running wild', 'I'm leaving you', 'Big city nights', 'Still loving you' y el cierre con 'Rock you like a hurricane'. De verdad que en este caso no hace falta nada más. Bueno, si acaso ese Blackout -otro disco capital de 1982- y el solo de batería del gran aporreador que es Mikkey Dee, el ex de Motörhead.
Solventes e implacables, en definitiva, Scorpions ganan fácil, pareciera que siempre marcan a puerta vacía. Hacen fácil lo más difícil y siguen consiguiendo que la concurrencia pase un rato estupendo con ellos. Suenan muy pulcros, además, quizás incluso demasiado, pero lo suyo siempre fue ese tipo de elegancia rockera para todos los públicos y, según parece, para siempre.
La gran mayoría enfila la salida mientras Turbonegro la lían pardísima con su rock garajero, sucio -estos sí- y desafiante. Cómo iba a ser de otra manera con himnos del tamaño de 'All my friends are dead', 'Hot for Nietzsche' o 'The age of Pamparius'. Una pequeña gran locura en la madrugada madrileña, llegados a un punto en el que el calor ya da tan igual en el que solo queda celebrar más y más. Y este sábado, de hecho, más.