MADRID, 24 Nov. (EUROPA PRESS) -
El atraco más sonado de la televisión ha llegado a su fin. Después de 128 horas -ficticias- divididas en dos temporadas, La casa de papel terminado en su punto más alto. Un alarde de heroicismo acompañado del ya mítico himno 'Bella Ciao' que seguramente sorprendió con un desenlace que muchos deseaban pero pocos esperaban.
((ATENCIÓN: ESTA NOTICIA CONTIENE SPOILERS))
HEROICISMO INESPERADO
"Hoy creo que me apetece morir con dignidad". Estas son las palabras de Andrés de Fonollosa (Pedro Alonso), el aparentemente frío Berlín, que sacrificó lo que le quedaba de vida por salvar al resto de atracadores. Si bien es cierto que nunca fue un héroe -quedó demostrado cuando envió a Tokyo (Úrsula Corberó) directa a la cárcel-, en el último episodio este personaje da un vuelco y llega a conmover incluso a Nairobi (Alba Flores). En definitiva, Berlín expía sus pecados y la audiencia lo recibe de buen grado.
LO MARAVILLOSO DEL SER HUMANO
El Profesor (Álvaro Morte) también decidió sorprender en el último capítulo. Todo apuntaba a que el plan de Sergio Marquina se mantendría sin fisuras y que Raquel solo era un paso más. Siguiendo este doble juego, la audiencia no terminaba de creerse los sentimientos del cerebro del plan. Pero en un último giro decide romperse al perder a Berlín, llorar y desnudar su alma ante Raquel y ante los espectadores, a quienes con toda seguridad logró convencer y poner a su favor.
UN CANTO A LA RESISTENCIA
La banda sonora es uno de los elementos que ayudan a encumbrar una ficción. Y, en este caso, el episodio dirigido por Jesús Colmenar y Álex Rodrigo no podía haber elegido mejor melodía que el ya reconocible Bella Ciao. Además de designar este último capítulo, el canto partisano acompaña el 'suicidio' de Berlín, momento en el que, con sabor agridulce, la balanza se vuelve a favor de los atracadores. Finalmente, y tras no pocos vaivenes, consiguen escapar con 984 millones de euros tras un taquicárdico tiroteo. Resistencia en estado puro.
AMOR A QUEMARROPA
Quizás no es una gran sorpresa, pero igualmente necesario para dulcificar la ficción y hacer olvidar la pérdida de Berlín, Moscú (Paco Tous) y Oslo (Roberto García). Y es que el amor reina en sus distintas fases. La locura y el desenfreno casi excesivo de Tokyo y Río (Miguel Herrán), la sensibilidad en Denver (Jaime Lorente) y Mónica (Esther Acebo) -a.k.a Estocolmo- como futura familia y, como colofón, la pareja de oro: El Profesor y una liberada Raquel Murillo.
El triunfo del amor entre estos dos personajes es una de las grandes sorpresas del episodio final. Nadie imaginaba que la incorruptible inspectora Murillo seguiría enamorada de El Profesor después de conocer su identidad, pero en la realidad la lógica a veces brilla por su ausencia, y la ficción no podía obviar la brillante imperfección del ser humano.
¿QUIÉNES SON LOS BUENOS?
El desenlace ha ofrecido una reflexión valiente, donde la teoría del héroe y el villano es un arma de doble filo. La metáfora de este cambio de rumbo es la inspectora Raquel Murillo (Itziar Ituño) en sí misma. Todo apuntaba a que sería la más inflexible en el juicio final, pero el espectacular y reivindicativo discurso de El Profesor accionó algo en la mente de Raquel que, después de dedicar su vida al cumplimiento y ejecución de la ley, "ya no sabe quiénes son los buenos".
Una metáfora bien elaborada que traspasa la pequeña pantalla poniendo en boca de El Profesor una realidad innegable, como ya hizo en el cine Daniel Calparsoro con 'Cien años de Perdón'.