MADRID 18 Nov. (EUROPA PRESS) -
La ciudad de Madrid honra desde hoy al compositor Isaac Albéniz con una placa en el número 4 de la calle San Onofre, en el distrito Centro, junto a una peluquería y frente al mítico Horno del mismo nombre, lugar en el que residió entre 1873 y 1882 con sus padres y hermanas mientras estudiaba en el Real Conservatorio de Música.
La placa fue descubierta esta mañana por el alcalde de la capital y sobrino nieto del artista, Alberto Ruiz-Gallardón, quien estuvo acompañado por la delegada de Las Artes, Alicia Moreno, y por representantes del mundo de la música como Cristóbal Halfter, Emilio Casares o Rosa Torrespardo, así como por algunos de los Cronistas de la Villa y, entre ellos, el mayor experto en el autor catalán, Andrés Ruiz Tarazona.
Durante sus palabras, el primer edil explicó que ya en la época en la que Albéniz vivió en la capital "se puso de manifiesto su personalidad inquieta" y fue aquí donde se le empezaron a atribuir "situaciones que son difíciles de demostrar pero que encajan perfectamente con el perfil del personaje".
Como ejemplo, citó la leyenda de que un día invitó a sus compañeros de conservatorio a tomar pasteles en el Horno San Onofre y dejó la cuenta sin pagar, tras lo cual escapó a San Lorenzo de El Escorial, donde se presentó ante el maestro de Capilla del Monasterio, quien le organizó un concierto en el Hotel Miranda.
"Ya le pasaremos la factura", bromeó en ese momento uno de los dueños del horno. "Los herederos no recibimos derechos de autor por la obra del maestro, así que tampoco aceptamos deudas", replicó jocoso el alcalde.
En cualquier caso, lo importante de este reconocimiento es que Madrid salda cuentas con un autor al que "no fue capaz de comprender lo suficiente" en su momento, lo que "no impidió que se tejiera un entramado de sentimientos que el músico proyectó magistralmente en su obra".
RELACIÓN DE AMOR-ODIO
Y es que, según recordó Gallardón, durante las diferentes etapas que Albéniz pasó en la capital --vivió también en Lavapiés, en la casa donde luego nació el padre del alcalde, así como en San Mateo esquina Fuencarral y en Jorge Juan--, le permitieron "conocer en profundidad la esencia de Madrid y amar lo castizo como indicio de lo auténtico, pues siempre consideró que era necesario renovar y elevar la trascendencia de ese concepto".
"Él amó lo auténtico de Madrid, no lo superficial construido por los de fuera. Su lenguaje no se distanció del alma madrileña, sino que la hizo universal", argumentó el regidor, recordando las dos obras más castizas de Albéniz: la zarzuela 'San Antonio de la Florida' (1894) y la pieza 'Lavapiés' de la obra 'Iberia'.
Finalmente, el alcalde recordó las amistades de su tío abuelo con aristócratas como el Conde de Morphy o los marqueses de Bolaños, y con otros músicos como Fernández Rabos, Asenjo Barbieri, Chapí o Bretón, y resumió con que "su obra fue una permanente evocación de una tierra que siempre añoró" y su relación con Madrid, "mezcla de sufrimiento y genialidad, de incomprensión y generosidad".
"Éste no es sólo un acto de justicia hacia este músico, sino también una actitud inteligente que nos enriquece a todos. Sólo por la maravillosa evocación de la España más auténtica y profunda, limpia de todos sus pecados, Albéniz, ese genio libre y transparente, merece un recuerdo permanente en la memoria colectiva de Madrid", concluyó.