MADRID, 5 Jul. (EUROPA PRESS) -
Los fuegos artificiales de los yanquis este 4 de julio no hicieron tanto ruido como la salida de Pablo Laso del Real Madrid de baloncesto. El entrenador que más partidos ha dirigido y ha ganado en la historia del club, capaz de cambiar el sino de la sección de basket en un gigante dormido que llevaba casi 20 años sin jugar una final de Copa de Europa.
'El club es de los socios', 'el aficionado (como el cliente) es soberano'... Son frases del mundo del deporte, cuando lo permite la idiosincrasia de cada uno, pero lo cierto es que mucho seguidor del Real Madrid se fue a dormir anoche dándole vueltas a un fin de ciclo polémico y trascendente.
Laso sufrió un infarto después del segundo partido de semifinales de la Liga Endesa ante el Baskonia y dejó al equipo en manos de su ayudante Chus Mateo hasta el cuarto y último partido de la final contra el Bara hace tres semanas, el de su título 22 en 11 años. El conjunto blanco decidió ayer prescindir del entrenador vasco "por razones médicas única y exclusivamente", tras haber realizado varias consultas a especialistas en cardiología.
Sin embargo, el técnico, con un año más de contrato, quería y se sentía capacitado para seguir. Parece lógico pensar que Laso, junto a su familia, es el primer interesado en su salud haciendo caso a los médicos. El deporte tiene estos giros, como la vida misma, y no es la primera despedida amarga en el Madrid. Grandes personajes que, por ende, hacen tanto ruido cuando caen como esos petardos en USA.
La preocupación del Real Madrid por la salud de Laso es entendible, pero la "tristeza" del técnico por la postura del club, como dice un comunicado de despedida poco acorde para una leyenda, lo es más. Cuando se despierte hoy, el aficionado blanco leerá en la mayoría de medios que Laso tenía el visto bueno del cardiólogo que le intervino, también el del equipo antes de ser destituido la pasada semana, y que su fin de ciclo está orquestado por José Luis Sánchez, jefe de la sección de baloncesto del Madrid.
Ya no hay fuegos artificiales, pero el olor a chamusquina, de aprovechar la coyuntura para resolver rencillas acumuladas, deja una crisis difícil de entender y totalmente inesperada, a la espera de escuchar de sus labios la versión de Pablo Laso. Que en lo deportivo salga bien o salga mal, el tiempo lo dirá, pero el Madrid de baloncesto prescinde de su salvador, de quien le hizo 'el 10 veces campeón de Europa'. Un líder capaz de construir equipos, unir ante la adversidad y ganar y ganar.
Hace tres semanas, el "Real Madrid de Pablo Laso", como lo llamó Chus Mateo y se recordará a esta era exitosa y atractiva en su mayoría, levantó la Liga cortando las alas al Bara. Un Madrid reconocible, siempre con ganas de correr, de jugar, y sobre todo que competía. Ahora, después de una temporada histórica, a un minuto de ganar también la Euroliga, la directiva descabeza a un equipo con mayúsculas, sea cuales sean los motivos, cuando venía de la comunión perfecta en el Palacio y ante el eterno rival.