MADRID, 23 Jul. (EUROPA PRESS) -
Cuatro Tours de Francia en cinco años, esa es la carta de presentación de un Chris Froome que este domingo se ha subido al podio de los Campos Elíseos una vez más en una ceremonia que comienza a ser rutina para el que es el dominador total de la época actual del ciclismo y uno de los mejores corredores de toda la historia.
Christopher Froome nació un 20 de mayo de 1985 en Nairobi (Kenia), pero fue en Sudáfrica donde comenzó a subirse a la bicicleta, iniciando la pasión que tantas alegrías le daría en el futuro. Además, fue allí, en Johannesburgo, donde comenzó a estudiar la licenciatura de economía que tuvo que dejar cuando el ciclismo profesional llamó a sus puertas.
Con el pasaporte británico, su explosión llegó en 2011 con un segundo puesto en la Vuelta Ciclista a España, siendo gregario en el Team Sky de un Bradley Wiggins al que terminaría superando por más de un minuto en la clasificación general.
Ya en 2012, llegó uno de los momentos más controvertidos de su carrera. Volvía a ser gregario de Wiggins, que a la postre se llevaría la ronda gala, pero Froome era incapaz de quedarse atrás: estaba destinado a grandes hitos. En dos etapas, el de Nairobi dejó atrás a su jefe de filas y, aunque finalmente no se hizo con el maillot amarillo, el 'sorpasso' era una realidad.
A partir de ese momento comenzó la 'dictadura' de Froome en la 'Grande Boucle', rota únicamente por Vincenzo Nibali (Astana) en 2014 en una edición en la que el líder del Sky tuvo que retirarse debido a varias caídas. 2013, 2015, 2016 y 2017 han sido sus años, y la sensación es que todavía quedan muchos más.
En los libros de historia, su nombre se inscribe en letras de oro en el quinto lugar de los que más Tours poseen, solo por debajo de Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault y Miguel Indurain, cada uno con cinco en su haber. Froome tiene cuatro, y su mirada está puesta en dejar atrás a estos hombres que marcaron una época sobre las dos ruedas
En la retina de los aficionados siempre quedará la superioridad con la que ha gobernado el británico desde 2013. Siempre prevalecerá su mano de hierro. Este 2017 ha sido donde más justo ha ido, gracias en parte a una edición con menos etapas de montaña y, a pesar de ello, el segundo clasificado ha perdido casi un minuto.
Froome es historia, Froome es ciclismo. Haga lo que haga y pase lo que pase en los próximos años, nunca será olvidado. Cuando Froome se haya ido y ya no se pueda ver a su bicicleta subiendo las rampas de las carreteras de los picos franceses, todos recordarán la leyenda del británico keniata que un día reinó en París.