El decimocuarto Roland Garros de Nadal se recordará porque...

Rafa Nadal, campeón de Roland Garros
Rafa Nadal, campeón de Roland Garros - Matthieu Mirville/ZUMA Press Wir / DPA
Actualizado: lunes, 6 junio 2022 11:28

MADRID, 6 Jun. (EUROPA PRESS) -

...porque el tenista español en París es algo único, impactante para la razón y los sentidos. Si hicieran la película de su carrera en el Abierto francés tendría 14 partes y todas buenas. Son 17 años jugando finales en la Philippe Chatrier, 112 victorias y solo 3 derrotas. Una auténtica locura a cualquier escala.

En esta parte de la historia, tremenda para España, el decimocuarto Roland Garros de Nadal se recordará por el sacrificio físico que supuso, por la épica, la gloria y por una dura reflexión. También, más directo, por sus tres últimas rondas. Djokovic, Zverev y Ruud, la intrahistoria de un deportista capaz de dejar boquiabierto al mundo entero a sus 36 años.

La gira sobre tierra había dejado distintas lecturas y para el balear no eran las más halagüeñas. Una costilla rota en Indian Wells le frenó en seco cuando iba 20-0, con el Abierto de Australia en la buchaca, en un 2022 que supuso su regreso tras seis meses sin competir. El parón llegaba encima a las puertas de la tierra, la superficie sobre la que Nadal forja su leyenda cada primavera.

El de Manacor se tuvo que perder Montecarlo y Barcelona, y reaparecer en Madrid, donde no le hacía ninguna gracia por la altura. Sin rodaje, con un puñado de entrenamientos, Nadal reconoció en la capital que su objetivo era hacer una mini pretemporada pensando en París (importante confesión cuando el balear nunca 'aceptó' preguntas de Roland Garros en Madrid).

Por si fuera poco, su lesión crónica en el pie izquierdo, por la que se detuvo a mitad de 2021, reapareció en la capital y se hizo aún más insoportable en Roma. De aquella despedida, totalmente cojo, en su segundo partido en el Foro Italico y lo que iba a suponer, no habló Nadal hasta que este domingo ganó de nuevo Roland Garros.

El de Manacor llegó con los galones de su trayectoria, pero Djokovic, campeón en Roma y con buen rodaje, y Alcaraz, niño prodigio, partían por delante en las apuestas. Contra el número uno, Nadal lo volvió a hacer, sacó su máximo nivel, sin medianías, a por todo y con todo en cada punto, cada juego y cada set.

Después tocó Zverev, y no Alcaraz, pero el alemán era otro bicho del circuito, un aspirante a D'Artagnan entre los tres mosqueteros. Sascha probó de la medicina de un Nadal que levantó un 2-4 y un 2-6 en la muerte súbita, especialmente épico, salvó cuatro bolas de set y necesitó seis para apuntarse una manga de hora y media.

En la segunda, el alemán sacaba con 3-5 para empatar el partido y el español le mandó a otra muerte súbita. La batalla iba directa a los libros de Historia del Tenis pero Zverev se rompió el tobillo y dejó la pista en silla de ruedas. Un abrupto desenlace que dejó sin palabras a Nadal, rumbo eso sí de su decimocuarta final en París.

Ruud fue su rival, un buen jugador, con siete títulos en tierra, y formado en la Rafa Nadal Academy, pero en su primera final de un 'grande'. "Enfrentar a Rafa en una final de Roland Garros es probablemente el mayor desafío de este deporte", dijo en la previa. Así fue, no hubo final. Nadal se merendó al noruego en tres sets.

La emoción, las lágrimas, lo incrédulo del propio jugador se entendieron mejor con su rueda de prensa posterior. El de Manacor, que el viernes cumplió 36 años, jugó las dos semanas en París con el pie dormido con inyecciones en el nervio. Juega cada día como si fuera el último, quizá por eso es el rey, pero su cuerpo magullado y un escafoides tortuoso le acorralan más que nunca. ¿Hasta cuándo?

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