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El mundo singular de los cuentos requiere cierta habilidad para contarlo, echar mano de una estructura que enganche desde el principio, que tenga un desarrollo interesante y un final, a poder ser, feliz. Para que salga bien requiere de una sabia combinación de ingredientes por parte del narrador, generalmente papá o mamá, que vamos a desvelarte.
Elementos que no pueden falta en un cuento infantil
Si queréis que vuestro esfuerzo imaginativo tenga éxito, en primer lugar debéis saber en qué consiste esta aventura de contar cuentos. Un cuento es una historia para niños, una recreación del mundo adecuada a ellos... un modo particularísimo de mostrarles la realidad. En definitiva: una prueba de fuego en la comunicación entre generaciones.
Tras el "érase una vez", hemos de desarrollar una historia con buenos y malos, con heroicidades y travesuras, llena de elementos reales -emociones, miedos, alegrías- que el niño va captando conforme conoce el mundo que le rodea.
Pero tampoco pueden faltar elementos fantásticos, magia, hadas y brujas con poderes más o menos extraordinarios y limitados. Cada hijo exigirá una combinación diferente, variando la proporción de esos elementos según evolucione su capacidad de asimilar el mundo real que le rodea. Todo un reto paternal.
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La estructura de los cuentos
Contar un cuento no es un juego. Más bien es algo muy serio, que debemos hacer a conciencia. Un cuento ha de tener, por definición, su comienzo o presentación -los personajes se encuadran en una situación-, el nudo o trama -cuando "ocurren" las cosas, los protagonistas toman sus decisiones, etc.- y el desenlace, que ha de ser coherente y lógico para la mente de nuestro hijo.
Todo cuento ha de tener su final. Y debe ser bueno, definido, que aclare lo que ocurrió con cada personaje de la historia.
La magia de los cuentos
La intervención de la magia, las hadas o cualquier otro personaje fantástico pueden ser de inmensa ayuda, pues no restarán coherencia al relato a los ojos del niño, pero le darán una nota mágica muy estimulante para él.
No debemos olvidar que, al tiempo que creamos los cuentos, estos a su vez son fuente de inspiración para la imaginación de nuestros hijos.
Si nosotros inventamos una bruja con la escoba rota o un hada pelirroja, una vez acabe el cuento, ellas seguirán viviendo en la imaginación del niño. Nuestros personajes tendrán una vida propia, a partir de la cual los mismos niños inventarán nuevas historias.
Teresa Pereda
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