Entender y desarrollar en clase
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La enseñanza debe ser personalizada y dar posibilidad de elección para que cada alumno descubra sus inteligencias más fuertes, y, por tanto, elija el camino que le resulte más apropiado en el aprendizaje. El papel de los padres también es vital para entender las inteligencias más desarrolladas en sus hijos. Así podrán comunicarlas en el colegio y ayudar a los profesores a entender mejor a sus alumnos.

No obstante, ellos mismos son los que conocen mejor que nadie sus aptitudes, aunque a veces tiendan a identificarse con las exclusivamente académicas (destrezas lingüísticas, lógico-matemáticas, la musical o cinestésica). Es en una buena y preparada tutoría donde los profesores pueden recabar datos que complementen el perfil del alumno y que ayuden a los padres a potenciar el aprendizaje de su hijo en función de sus habilidades o talentos.

Seguramente, será en familia, en confianza, donde, por ejemplo, los niños manifiestarán claramente la inteligencia emocional (intra e interpersonal). La importancia de conocerse a uno mismo, tan difícil en la edad escolar, controlar sus emociones, vencer los restos de egocentrismo, argumentar sus convicciones en casa sin caer en faltas de respeto hacia los demás miembros. La complicada tarea de dirigir y equilibrar las emociones para orientar la propia conducta se inicia y reorienta en la familia.

Ideas para entender mejor: cómo descubrir el talento de los alumnos

Es necesario tener bien identificadas las habilidades propias de cada una de las inteligencias, tanto para entenderlas y poderlas aprovechar, como para diseñar actividades que posibiliten al máximo su desarrollo.

Es relativamente fácil reconocer en los alumnos, por ejemplo, su capacidad o don de la palabra, al observarles trabajar en equipo, argumentando con convicción, en un debate... O simplemente al representar una obra teatral sabemos captar sin miramientos quién tiene madera de actor. Así mismo, el ritmo se descubre en la lectura oral, en el deporte o en actividades de coordinación visomotora, en canciones o declamaciones de poemas. Las inteligencias lingüística, musical y cinestésica ofrecen muchas pistas al educador.

El orden en la presentación de cuadernos, y la jerarquía organizada en esquemas, mapas conceptuales, tablas y gráficos nos indican una adecuada inteligencia espacial, incluso lógico-matemática. Alumnos que destacan en el uso de las imágenes mentales, en crear diseños, pinturas y dibujos, o muestran habilidad para construir diagramas y construir o inventar cosas nos descubren claramente su percepción del mundo en imágenes.

El rigor en el trabajo, la habilidad para encontrar soluciones lógicas a los problemas, o los juegos o actividades de lógica también suelen indicar un talento matemático, y coinciden, en la mayoría de los casos, con un buen pensamiento reflexivo, y una adecuada concentración, fruto de un nivel de desarrollo apto en inteligencia intrapersonal. Para desarrollar la inteligencia matemática se suele utilizar, por ejemplo, actividades que consistan en plantear problemas con final abierto para que los alumnos los resuelvan.

Las relaciones sociales, tanto en actividades de aula como en recreos, son claros índices de inteligencia interpersonal, personas carismáticas, alumnos que, siendo o no líderes en clase, significan mucho para el resto del grupo.

Alumnos observadores, con gran capacidad de reflexión, establecimiento de conexiones, integración y comunicación de percepciones del mundo natural, que manifiestan además deseos de saber cómo funcionan las cosas, apuntan claramente a una habilidad o inteligencia naturalista, y destacan en actividades de investigación, por pequeña que sea.

Son muchos los beneficios de esta innovadora estrategia docente que consiste en atender en el colegio, entender y desarrollar: se consigue respetar las múltiples diferencias entre las personas y, como consecuencia, entre sus distintos procederes a la hora de recorrer el camino de su aprendizaje. Además, al mismo tiempo hace mucho más gratificante y estimulante nuestro trabajo, ya que se trata -y sobre todo en las primeras edades- del apasionante reto de descubrir las fortalezas para potenciarlas.

Aunque catalogada de pionera, en el fondo, esta teoría se muestra respetuosa con lo que todos aceptamos: que somos distintos, pensamos de forma diferente y aprendemos de forma desigual, no mejor o peor, solo distinta.

Y nuestro deber es identificar y desarrollar aquello que mejor hacemos: nuestro ámbito de excelencia, ya que sólo apoyándonos en nuestras fortalezas encontraremos la motivación y autoestima necesarias para afrontar las debilidades.

Sara Lladó. Profesora y Coordinadora de Primaria en Colegio Orvalle

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