MADRID 13 Ago. (EUROPA PRESS) -
Ingerir alimentos refrescantes y ligeros, como frutas y verduras, ensaladas, sopas frías y batidos, y hacerlo de manera frecuente a lo largo del día contribuye a asegurar una nutrición adecuada en verano, época en la que suele disminuir el apetito, según ha apuntado la nutricionista de Blua de Sanitas Nuria Cañas Cano.
Con la llegada del verano es común escuchar que el calor reduce el apetito, ya que las altas temperaturas provocan que el cuerpo tenga que gastar menos energía. Sin embargo, esto no significa que el cuerpo no necesite nutrientes. Además, el hambre, que está más relacionado con las necesidades fisiológicas, no necesariamente se ve afectado.
"Esta disminución en la sensación de hambre puede llevar a una menor ingesta de nutrientes esenciales, algo particularmente preocupante en personas mayores, niños y embarazadas, quienes necesitan una dieta equilibrada para mantener una salud óptima", ha advertido la nutricionista.
Por ello, Cañas ha recomendado extremar las precauciones realizando comidas pequeñas y frecuentes, que son más fáciles de tolerar y digerir. Además, se deben evitar comidas calientes y copiosas, ya que pueden aumentar la sensación de incomodidad y suprimir aún más el apetito. En caso de que no apetezca comer, pero sí beber, una buena opción es escoger bebidas como infusiones frías, zumos naturales o aguas con rodajas de limón u hojas de hierbabuena sin añadir azúcares.
Por su parte, la odontóloga del Departamento de Innovación y Calidad Clínica de Sanitas Dental Lorena Trinidad Bueno ha añadido que la ingesta de estos alimentos también contribuye a evitar la sequedad bucal, pues al estar compuestos por gran cantidad de agua, asisten a la producción de saliva. "Esto es fundamental para no sufrir caries, infecciones o problemas en las encías", ha destacado.
La disminución del apetito durante los meses calurosos se debe a una combinación de factores que afectan tanto al cuerpo como a los hábitos alimentarios. Según ha explicado Cañas, una de las causas es la termorregulación corporal, ya que el organismo suele mantenerse a una temperatura de 36-37 grados y, en verano, requiere menor energía y, por tanto, menos calorías, para conseguir este objetivo.
Además, la necesidad de incrementar la ingesta de líquidos debido a la mayor transpiración corporal en este período hace que se llene el estómago y disminuya la sensación de hambre. A su vez, los cambios de hábitos y el mayor tiempo fuera del hogar realizando actividades de ocio lleva a prestar menos atención a la alimentación respecto al invierno.