Actualizado 16/12/2017 13:00

Las niñas de Benín dicen "no" al matrimonio infantil

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EUROPA PRESS

   PARAKOU (BENÍN) 16, (de la enviada especial de EUROPA PRESS, Laura Ramírez)

   Gracia tiene 18 años y tuvo que huir de su casa porque sus padres querían concertarle un matrimonio forzado. El año pasado, su padre le comunicó que tenía que casarse con un hombre al que no conocía y ella se negó y escapó. "No quería, todavía era pequeña", explica mientras entrelaza sus manos bajo de la mesa.

   Actualmente, está segura en la casa de acogida St. Joseph de las hermanas de la Inmaculada Concepción de Castres, en Parakou (Benín), donde llegan cada año unas 200 niñas víctimas de malos tratos, trata, matrimonios forzosos y también los considerados 'niños brujos'.

   Las religiosas se ocupan de prevenir que estas niñas no sean maltratadas, de acogerlas y reinsertarlas. Permanecen en el centro una media de tres meses, curándose física y psicológicamente, hasta reinsertarse en su entorno familiar e incorporarse a la educación en las escuelas o centros de formación.

   Por su parte, las niñas acogidas víctimas de matrimonios forzosos permanecen en el centro una media de entre tres y seis años. En ese tiempo, las jóvenes reciben talleres de formación profesional en los que se imparte cocina, pastelería, fabricación de jabón y costura. La ONG Manos Unidas ha financiado el equipamiento de estos talleres así como la construcción de un pozo.

   Por el taller de costura pasó Samon, de 24 años. A los 14, se marchó a trabajar a Cotonou, donde fue explotada laboralmente. La Policía la localizó y la llevó a la casa de las salesianas desde donde la derivaron al hogar de acogida de las hermanas de la Inmaculada Concepción de Castres en Parakou. Tras cuatro años allí, se reintegró en su familia pero sus padres intentaron casarla de forma forzosa y se vio obligada a huir a Cotonou.

   La responsable del centro, la hermana Euphrasie, explica que en los últimos años se han multiplicado los casos de matrimonio infantil. Por el contrario, han observado que los problemas de maltrato han disminuido, aunque les siguen llegando pequeñas que los sufren.

METIÓ SUS DEDOS EN ACEITE CALIENTE

   "Mi tía me hizo esto", explica Senabo, de 12 años, mientras muestra su mano derecha en la que le faltan algunos dedos. Su tía, con la que se marchó a vivir después de que sus padres murieran la maltrataba, no la alimentaba y un día del año pasado, cuando la niña se comió un pescado sin su permiso, la castigó metiendo sus dedos en aceite caliente.

   Durante dos días, Senabo estuvo encerrada en un cuarto y sus vecinos sospecharon al no verla, así que llamaron a la Policía. Cuando llegaron, la encontraron con los dedos podridos por lo que los médicos tuvieron que amputar algunos. A la tía la encerraron en prisión, aunque después su marido pagó una fianza y pudo marcharse. La pequeña, por su parte, se recupera en el hogar de acogida St. Joseph.

   También llegan al hogar de estas religiosas algunos niños considerados por sus familias 'brujos'. La hermana Euphrasie explica que en las zonas rurales de Benín, cuando la madre muere en el parto o cuando el niño nace con algún diente, se considera al menor 'niño brujo' y se le mata.

   En el centro de acogida de las religiosas de Parakou tienen en estos momentos dos casos. "Hay gente que se encarga de matarlos pero también algunos se arriesgan para salvarles la vida y les llevan a la Policía", precisa la hermana Euphrasie, quien añade que se trata de una práctica animista por la que mueren muchos menores en este país.

   Para proteger a todos estos niños y niñas, la Brigada de Menores de la Policía de Parakou, colabora con las hermanas de la Inmaculada Concepción de Castres. El responsable de esta Brigada, Gildas Agbohounta, de 28 años, explica que cada trimestre recogen a al menos 50 menores considerados niños 'brujos', víctimas de malos tratos, tráfico infantil o trata. En concreto, recuerda el caso de una niña a la que castigaban colocando sobre su hombro una plancha caliente o el de una menor traficada a la que encontraron explotada en un campo de arroz de Nigeria.

   El agente cuenta que recibe noticias de estos casos porque le informan los jefes de barrio a los que él mismo ha formado. Si bien, explica que se ve "sobrepasado" por la cantidad de niñas que se encuentran en estas situaciones, aunque esto no es un freno para este policía que, si es necesario, coge una moto taxi o se desplaza a las tres de la madrugada para rescatarlas.

   A partir de ese momento, las menores pueden comenzar a escribir su propio futuro, como Samon, que actualmente y gracias a la ayuda de las religiosas de la casa de acogida St. Joseph de Parakou, donde se formó, ha montado su propio taller de confección en Parakou, se ha casado con un marido que ella misma ha elegido y está embarazada. Si su bebé es niña, tiene claro cómo quiere que sea su futuro. "Que no tenga que atravesar las dificultades por las que yo pasé y sea siempre feliz", desea.

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