EUROPA PRESS
MADRID, 17 Mar. (EUROPA PRESS) -
En octubre de 2007, la llegada de las excavadoras al asentamiento ilegal de la Cañada Real Galiana (Madrid) para derribar una treintena de viviendas por orden del Ayuntamiento acabó en una batalla campal entre los vecinos de la zona y la Policía. Al final, sólo se derribó una casa, más de 30 personas resultaron heridas y la noticia salió en todos los informativos.
Casi diez años después, la presidenta de la Comunidad de Madrid,
Cristina Cifuentes, ha presentado el Pacto Regional de la Cañada Real, con el que los partidos políticos de la Asamblea de Madrid y los ayuntamientos de Madrid, Coslada y Rivas Vaciamadrid
tratan de llegar a un acuerdo común para buscar una solución a este asentamiento ilegal donde viven más de 7.000 personas. Las principales medidas que recoge el Pacto son el desmantelamiento del sector 6, el más problemático (y mediático) al concentrar el tráfico de drogas de la capital, y la consolidación de las viviendas de Coslada (sector 1).
¿Qué ha ocurrido esta década para que se haya pasado de una batalla campal a un Pacto Regional? EPSocial analiza esta última década de la Cañada Real dentro de una serie de reportajes especiales
por su décimo aniversario.
"La batalla campal de 2007 situó a la Cañada Real en el foco mediático pero sólo para hablar de los derribos y las drogas, --recuerda Agustín Rodríguez, párroco de la iglesia Santo Domingo de la Calzada de la Cañada Real en una entrevista con Europa Press--. De repente, la población en general piensa que la Cañada es un poblado muy grande donde hay muchas casas ilegales, que la gente está viviendo por la cara y encima son drogradictos. Pero eso no es la Cañada. Eso sólo es una parte".
La Cañada Real era una antigua vía pecuaria, propiedad del Estado en las que estaba prohibido construir por ley. Los éxodos rurales de la posguerra y los años 70 hicieron que cada vez más personas del campo se instalaran en la zona, cultivaran sus huertas y construyeran sus casas. Es el único de los asentamientos y barrios periféricos de la capital que nunca obtuvo solución urbanística. Actualmente, la sucesión de construcciones ilegales y chabolas discurre por un camino de 15 kilómetros, desde Coslada hasta el límite municipal de Madrid y Getafe, atravesando los términos municipales de Coslada, Rivas-Vaciamadrid y Madrid.
Dividida en seis sectores, la población es muy variada según avanza el asentamiento. "De norte a sur, la situación empeora", explica Rodríguez. Así, mientras en los sectores 1 y 2 la mayoría de la población es gente mayor, de origen español y 'payos' que llevan muchos años en la Cañada, con "casas buenas" que se nota que han ido mejorando cada generación, en el sector 3 ya empieza a haber población gitana que vive mayoritariamente en chabolas. El sector 4 ya surge un amplio grupo de marroquíes que cuentan con su propia mezquita. Ya el 80 por ciento del sector 5 es de origen marroquí y el sector 6, el más grande, cuenta con una población variada de rumanos, 'payos' españoles, marroquíes y gitanos. Las calles no están asfaltadas, los vecinos se enganchan a la luz y el agua de forma ilegal porque no les hacen contratos, y la mayoría de las casas son chabolas.
Según recoge el Pacto Regional, se garantiza vivienda para todos. Sin embargo, hay mucha gente que no se quiere ir. "Aquí han construido su hogar", afirma el párroco. Es el caso de José Manuel, que vive en el sector 1 desde hace más de 30 años. Ahí ha criado, junto a su mujer, a sus 4 hijos. "La casa la construimos los fines de semana, ladrillo a ladrillo. Lo único que queremos es que esto se arregle y si hay que pagar algo, pagar", afirma. O Ramona que lleva 34 años en el sector 3. Su hija, que tiene 3 hijos, nació ahí y no se quiere ir de la Cañada. "Si me meten en un piso me muero. ¡Qué agobio!", afirma.
José Manuel lleva más de 30 años viviendo en la Cañada, en el sector 1 (Coslada).
CUATRO HITOS DE LA DÉCADA
En 2005 se cierran las Barranquillas y todo el tráfico de drogas de la capital se traslada a la Cañada, concretamente al sector 6. En esas fechas comienzan a llegar los primeros expedientes de derribo. La tensión vecinal aumenta hasta la famosa batalla campal de 2007.
A partir de este momento, acontecen cuatro hitos que culminan en el Pacto Regional. El primero, la aprobación de la Ley de 2011 por parte del Partido Popular que permitió la desafectación de los terrenos de la vía pecuaria, que pasaron a titularidad de la Comunidad de Madrid. Dos años después, el Ayuntamiento de Madrid se comprometió a no derribar más casas hasta no haber logrado una solución. "Entre el año 2007 y 2013 la población lo único que veía era que llegaban las máquinas y derribaban alguna vivienda. Los niveles de miedo eran atroces y todo lo que esto generó en salud mental ha sido devastador", recuerda el párroco.
En 2014 llega el segundo hito: la creación de un Acuerdo Marco en 2014 donde se comprometen a buscar esta solución. La Comunidad presentó los planos de cómo iba a quedar la nueva configuración de la Cañada y los vecinos "se ilusionaron", según afirma. En diciembre de 2015 se nombra a José Antonio Martínez Páramo Comisionado de la Cañada de la Comunidad de Madrid, para coordinar el proceso y ser garante del mismo. Tras las elecciones municipales, el Ayuntamiento nombra a Pedro Navarrete como Comisionado. A los pocos meses, Ciudadanos promovió una propuesta, apoyaba por unanimidad, para crear un Pacto Regional por la Cañada Real. Así se creó un grupo de trabajo formado por los dos comisionados, interlocutores de Rivas y Coslada y representantes de todos los grupos políticos de la Asamblea de Madrid.
"Pensábamos que cuando nombraron a los comisionados se iba a pegar un empujón pero no era tan sencillo", recuerda Rodríguez. La 'foto fija' que presentó la Comunidad nunca se pudo plasmar en la realidad ya que, y aquí llega el tercer hito, tras realizar un estudio por la Consejería de Medio Ambiente, se valoró que el 75 por ciento del suelo de la Cañada Real no era sostenible y no se podía urbanizar. "Ahí el sueño se viene abajo", concluye.
Se tuvo que volver a empezar y tras siete meses de reuniones semanales, el Pacto fue presentado por Cifuentes el 14 de marzo en Consejo de Gobierno, culminando el cuarto hito de la década. Ahora, será enviado a la asamblea de Madrid y a los ayuntamientos para su debate y aprobación, como paso previo a su firma definitiva.
Sin embargo, para los vecinos de la Cañada permanece un "sentimiento de desconfianza y desilusión", según explica el párroco. "Los políticos tienen que recuperar la confianza de los vecinos".
EL SECTOR 6, LA RED SOCIAL Y EL TRÁFICO DE DROGAS
Separado por el sector 5 por el nudo de la A3, el sector 6 es el más aislado, el más grande y el que concentra, en un tramo de dos kilómetros, el tráfico de drogas, presente allá donde se mire. La policía "hace lo que puede, con las leyes que tenemos", tal y como afirma Rodríguez. La 'bunkerización' de las casas complica la labor policial, por ello en este sector sí se siguen realizando derribos. "Es la única forma que tienen de conseguir algo", añade.
El párroco de la Cañada, Agustín Rodríguez, y el comisionado de la Comunidad de Madrid, José Antonio Páramo en la parroquia de la Cañada.
Pero también en el sector 6 se encuentran dos de los puntos más importantes para las acciones sociales: la parroquia de Santo Domingo de la Calzada y la antigua fábrica de muebles, que aglutina los locales de las numerosas entidades sociales que trabajan en la zona como Cruz Roja o Cáritas. La mayoría de los profesionales llevan muchos años trabajando ahí por lo que se conocen a todas las familias, sus problemas, sus necesidades y, sobre todo, trabajan en Red. "Se ha conseguido tejer una de las mejores redes de trabajo de intervención social, inimaginables a nivel estatal", afirma el párroco.
La antigua fábrica es la sede de las entidades sociales que trabajan en la zona.
Además de la parroquia y la 'fábrica', las entidades sociales cuentan con la asociación de vecinos del sector 5 para realizar sus talleres. Ahí acude todas las semanas Lola, que, a través de la Fundación La Caixa, ofrece desde el año pasado talleres de costura a mujeres de la Cañada, mayoritariamente musulmanas, portuguesas y rumanas. "Tengo tres objetivos: que socialicen; que se puedan beneficiar del curso para hacer ropa a sus familias y ahorrarse ese dinero; y que les sirva para el mercado laboral", explica.
Lola imparte clases de costura a las mujeres de la Cañada desde hace dos años.