MADRID, 5 Feb. (EUROPA PRESS) -
Proteger la femenidad, la pureza, la virginidad o motivos religiosos, son algunas de las razones más comunes por las que se practica la mutilación genital femenina. En muchas comunidades, además, forman parte del rito de paso a la edad adulta por lo que conlleva una fuerte carga social. Las ONG Amref, World Vision y la Fundación Wassu no sólo luchan por erradicar esta práctica sino que proponen ritos alternativos para las comunidades y así preservar su cultura.
"Hay un valor social, cultural, que tiene un significado importantísimo de unión, de cohesión de grupo, de aprendizajes de mujeres, de relaciones de género, --señala la directora de la Fundación Wassu, la Doctora Adriana Kaplan, en declaraciones a Europa Press--. Queremos erradicar la MGF pero no queremos quitar lo que tiene de bueno la cultura, la pertenencia social".
La Fundación Wassu inició la práctica de los ritos alternativos en Gambia y, gracias a los buenos resultados, lo han exportado a Kenia y Tanzania. Sin embargo, el trabajo ha sido un camino lento y largo. "Digamos que la iniciación sin mutilación y con el ritual alternativo es la culminación de un proceso de trabajo, de sensibilización, de formación tanto a nivel político, religioso y de profesionales de la salud con el que llevamos trabajando 25 años", explica Kaplan.
Algo que comparten también desde la ONG Amref. "Las comunidades legitiman la MGF por razones culturales, sociales y religiosas, por lo que para acabar con ella se deben de respetar los valores culturales locales y a la vez conseguir romper el tabú que supone hablar de sus consecuencias", señalan.
"El rito alternativo es como el último paso de un trabajo muy extenso", señala María del Mar Pastor Bravo, doctora en enfermería que trabajó con la ONG World Vision en un proyecto de prevención de la MGF en Baringo (Kenia). "Es necesario trabajar con todos los miembros de la comunidad y que la presión social de ser mutilada se transforme en un compromiso contra la mutilación", afirma Pastor.
Por ello, lo primero que hicieron en World Vision fue dejar a las mujeres que hablasen entre ellas, que rompieran los tabúes de sus problemas de salud y que tomaran conciencia al escucharse de los perjucios que había ocasionado la mutilación genital. "Era fundamental que fuesen las propias mujeres quienes liderasen el proceso de cambio y que no lo vivieran como algo impuesto", explica Pastor. En cuanto a las niñas, fue muy importante conocer a mujeres que no habían sido mutiladas pero habían ido a la universidad o habían conseguido un trabajo. "Eso les supuso un proceso de empoderamiento", añade.
LAS PARTES DEL RITO ALTERNATIVO
En el rito de iniciación tradicional se contemplan tres etapas. La primera, constituye la parte física donde se lleva a cabo la mutilación genital. La segunda, que dura lo que tarde en cicatrizar la herida, es la fase de la transmisión cultural. "Se transmiten los saberes, los tambores de las mujeres, las danzas de las mujeres, su relación con el mundo adulto", explica Kaplan. Así, cuando todas las niñas están cicatrizadas, se pasa a la tercera fase, la parte más social donde está presente toda la comunidad. "Es la presentación pública, donde las niñas son reconocidas como nuevas iniciadas, aceptadas dentro de la sociedad como mujeres", afirma.
Desde la Fundación Wassu y World Vision, la propuesta que se hace a las comunidades es eliminar la primera etapa. Además, en la fase de transmisión de saberes se trabajan los derechos de los niños y aquellas prácticas que los vulneran como los matrimonios infantiles. En la tercera fase, no sólo se presentan a las niñas, sino que la comunidad entera se compromete a protegerlas de la MGF, a respetarlas y también a que continúen estudiando y que no sean casadas precozmente. "La participación y compromiso de la comunidad visibiliza este nuevo estatus en las niñas sin necesidad de un cambio o marca externa a ellas", afirma Pastor.
Por su parte, en el rito de paso alternativo propuesto por Amref y que desde 2009 ha evitado que 11.500 niñas sean mutiladas, se realiza un corte de pelo como símbolo de paso a la edad adulta. Este rito se hace en las comunidades masái y samburu de Kenia y Tanzania.
El rito dura tres días. Durante los dos primeros se prepara a las niñas, se habla con ellas, se tienen debates, se les enseña su anatomía y también que tienen derecho a elegir con quién casarse y cuándo. "También escuchan los consejos de los ancianos y participan los jóvenes, conocidos como los moran, que prometen a las chicas casarse con ellas aunque no estén mutiladas", explica Nice Nailantei Leng'ete, quién escapó de su propia ceremonia de MGF de pequeña y ahora es embajadora de Amref.
El tercer día se celebra la ceremonia tradicional pero sin la práctica de la MGF. Además, se bendice a las niñas. "Antes, durante la ceremonia, la bendición a las niñas decía: "Te bendecimos para que puedas dar a luz a muchos niños, y te bendecimos para que cuides bien de tu marido y seas una esposa buena y respetable"", explica Nice. Sin embargo, esta bendición se ha cambiado y mientras les entregan bolígrafos, libros y lápices les dicen: "Ve a la escuela, céntrate en tu educación, queremos que lleguéis a ser abogadas, médicas, incluso presidentas del país". "Con educación, puedes convertirte en la mujer de tus sueños", afirma Nice.
Y es que la educación es clave para erradicar la MGF. Tal y como sostiene Pastor en su tesis doctoral, 'La voz de las mujeres sometidas a mutilación genital femenina. Saberes para la disciplina enfermera', "la educación es el principal elemento por el que las mujeres mutiladas se posicionan en contra de esta práctica. Además, las niñas que continúan estudiando y por tanto no son mutiladas ni casadas tienen más posibilidades de salir del circulo de la pobreza", concluye.
Según datos de Naciones Unidas, hay 200 millones de mujeres y niñas a las que se les ha practicado la mutilación genital femenina en todo el mundo de las cuales el 50% reside en tan solo tres países: Etiopía, Egipto e Indonesia. Además, cada año más de 3 millones de niñas corren el riesgo de sufrir ablación.