MADRID, 23 Jun. (EUROPA PRESS) -
Malos tratos, matrimonio forzoso o trata son algunos de los peligros a los que se enfrentan las niñas de Benín, un país situado al oeste de África, que limita al este con Nigeria, al oeste con Togo y al norte, con Burkina Faso y Níger. En Benín, un gran número de niños y niñas sufre maltrato físico, psicológico y verbal de forma continuada en el medio familiar.
Es el caso de Senabo. Tiene 12 años y en su mano derecha le faltan algunos dedos. Su tía, con la que se marchó a vivir después de que sus padres murieran la maltrataba, no la alimentaba y un día del año pasado, cuando la niña se comió un pescado sin su permiso, la castigó metiendo sus dedos en aceite hirviendo.
Durante dos días, Senabo estuvo encerrada en un cuarto y sus vecinos sospecharon al no verla, así que llamaron a la Policía. Cuando llegaron, la encontraron con los dedos podridos por lo que los médicos tuvieron que amputar algunos. A la tía la encerraron en prisión, aunque después su marido pagó una fianza y pudo marcharse.
La pequeña se recupera en el hogar de acogida St. Joseph de las hermanas de la Inmaculada Concepción de Castres, en Parakou (Benín), donde llegan cada año unas 200 niñas víctimas de malos tratos, trata, matrimonios forzosos y también los considerados 'niños brujos'.
Las religiosas se ocupan de prevenir que estas niñas no sean maltratadas, de acogerlas y reinsertarlas. Permanecen en el centro una media de tres meses, curándose física y psicológicamente, hasta reinsertarse en su entorno familiar e incorporarse a la educación en las escuelas o centros de formación.
Por su parte, las niñas acogidas víctimas de matrimonios forzosos permanecen en el centro una media de entre tres y seis años. En ese tiempo, las jóvenes reciben talleres de formación profesional en los que se imparte cocina, pastelería, fabricación de jabón y costura. La ONG Manos Unidas ha financiado el equipamiento de estos talleres así como la construcción de un pozo.
Una de las niñas que consiguió escapar del matrimonio forzoso es Gracia. Tiene 18 años y tuvo que huir de su casa porque sus padres querían casarla. El año pasado, su padre le comunicó que tenía que casarse con un hombre al que no conocía y ella se negó y escapó. "No quería, todavía era pequeña", explica mientras entrelaza sus manos bajo la mesa.
CONOCER SUS DERECHOS
Para que las mujeres de las zonas rurales de Benín conozcan sus derechos, cada 15 días, cuatro animadoras, Lea, Caroline, Elisabeth y Alice, montan en sus cuatro motos para desplazarse a 30 pueblos del ayuntamiento de Sinendé, para ofrecerles formación en derechos básicos, salud e higiene a través del método Grapp, que funciona por medio de dibujos para facilitar la comprensión de las personas analfabetas.
Unos misioneros españoles han sido los impulsores de este programa que se puso en marcha en 1996 desde la parroquia de Fô-Bouré, donde ahora se encuentra como responsable el madrileño Rafael Quirós, sacerdote de la diócesis de Barbastro-Monzón. La ONG Manos Unidas ha financiado la formación de las animadoras y las motos con las que se desplazan, así como las cooperativas que han nacido de estos grupos. Tras años de apoyo, las cooperativas han logrado ser autosostenibles.
A partir de estos grupos de formación se han creado diferentes iniciativas, como la creación de cooperativas: de maíz, de arroz y de karité, de cría de cerdos o de cultivo de huertas.
En la cooperativa del karité trabajan 18 mujeres triturando las nueces de este árbol que crece al oeste de África. Las mujeres se turnan a la semana para triturar los frutos, de los que obtienen una grasa vegetal llamada manteca de karité que tiene propiedades cosméticas, para su posterior venta.
El futuro de estas mujeres, así como el de Gracia o el de Senabo, ha cambiado gracias a las iniciativas apoyadas por Manos Unidas. Ya conocen cuáles son sus derechos, ya no permitirán que las exploten o maltraten, ya no dejarán que las casen con un hombre al que no quieren, como en el caso de Samon, de 24 años, víctima de explotación laboral y de un intento de matrimonio forzoso.
Actualmente y gracias a la ayuda de las religiosas de la casa de acogida St. Joseph de Parakou, donde se formó, ha montado su propio taller de confección en Parakou, se ha casado con un marido que ella misma ha elegido y está embarazada. Si su bebé es niña, tiene claro cómo quiere que sea su futuro. "Que no tenga que atravesar las dificultades por las que yo pasé y sea siempre feliz", desea.
Estos testimonios fueron recogidos en el marco de un viaje a Benín el pasado mes de diciembre de 2017 para visitar los proyectos de Manos Unidas en el país africano. La ONG financia más de 900 proyectos en 58 países de África, Asia y América, con los que ayuda a más de dos millones de personas.
398778.1.260.149.20180623125959