MADRID, 4 Mar. (EUROPA PRESS) -
Mujeres refugiadas, migrantes e indígenas han coincidido en reivindicar su papel en sus comunidades en el marco del 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, en el marco de una campaña puesta en marcha por Entreculturas con el lema 'Mujeres Que Construyen Futuro' que recoge diferentes testimonios con un denominador común: mujeres que no se rinden y siguen trabajando para transformar la realidad desde distintas partes del mundo.
El primero de estos testimonios es el de Anitalia Pijachi, lideresa del pueblo indígena Okaina (Colombia). Como recuerda Entreculturas, en América Latina y Caribe existen más de 23 millones de mujeres indígenas que, además de la desigualdad que viven por ser indígenas, sufren en mayor medida abandono escolar, explotación laboral, desplazamiento forzoso o criminalización.
"En los principios originarios las mujeres ocupamos un lugar fundamental en la vida del pueblo. Ni la mujer es menos, ni el hombre es más. Hay trabajos que compartimos juntos, hay trabajos individuales, pero todos para un fin común que es la construcción de esa familia, la construcción de ese hogar", asegura.
La historia de la ecuatoriana de 18 años Texia Zambrano es la de una joven que se apuntó al curso de soldadura de Fe y Alegría Ecuador, una decisión que rompió con los estereotipos laborales. Texia quiere ser soldadora de barcos, es la única mujer en su clase, y está convencida de que la educación le abrirá las puertas para poder elegir la vida que desea: "Si yo me creo capaz, yo lo voy a poder lograr. El hecho de ser mujer u hombre no tiene nada que ver; simplemente importa la capacidad".
"He visto demasiados casos en los q las mujeres están por debajo de los hombres. Muchas personas te van a decir que no pueden y a veces desmotiva pero hay que superar eso: tener un objetivo claro en la vida y superar los obstáculos y no dejarse pisotear", asevera.
Según el último informe de UNICEF, 12 millones de niñas son obligadas a casarse para poder aportar alimentos o dinero en su hogar, siendo madres desde muy jóvenes y viéndose obligadas a abandonar sus estudios. En muchos países los esposos pueden impedir legalmente que trabajen, haciendo que la mayoría de las niñas se vean obligadas, aparte de a abandonar su escolarización, a realizar tareas del hogar como cocinar, ir a buscar leña, agua o estar a cargo de sus hermanos pequeños
Este es el caso de Nur, quien vive en un campo de personas refugiadas de Amnabak (Chad), con su hijo pequeño que cría sola en unas condiciones de vida muy duras. "Me quedé embarazada y esto me creó un problema para mí, porque no estoy casada. No podía estar delante de la comunidad o de mis amigos", explica, al tiempo que defiende que su "prioridad es la educación" ya que quiere ser doctora para ayudar a su comunidad.
Las mujeres y niñas desplazadas o refugiadas, como Nur, sufren por partida doble: a esa condición se une la discriminación de género y la amenaza de sufrir abusos sexuales o maltrato, que aumenta en contextos de conflictos armados y desplazamientos forzados.
Éste es el caso de Yrian, cuya situación en Venezuela la obligó a separarse de sus cinco hijos en busca de una vida mejor en Brasil, que le permitiera brindarles un futuro mejor. "Mi sueño es establecerme aquí en Sao Paulo con mis hijos, ayudarles en lo posible hasta que puedan depender de ellos mismos", afirma a poco más de seis meses de su llegada a Brasil.
Yrian logró atravesar la frontera de Venezuela: su travesía comenzó en Boa Vista, una ciudad afectada por la violencia y la pobreza, hasta llegar a Sao Paulo, donde entró en contacto con el Servicio Jesuitas a Migrantes y Refugiados (SJMR), con quien Entreculturas lleva a cabo un programa de ayuda humanitaria e integración para las personas migrantes forzosas venezolanas.
Este artículo forma parte de una serie de noticias que recogen diferentes testimonios de mujeres en el marco del 8 de Marzo y que se publican en EPSocial.