En estos últimos años se ha incrementado notoriamente la preocupación por la salud psicosocial de la población. Esto no es de extrañar si tenemos en cuenta que vivimos en un mundo inestable, lleno de incertidumbre y fuertemente influenciado por las amenazas globales de esta sociedad de la inmediatez, del cambio climático, de la guerra o de la crisis económica.
Estos factores que pueden afectarnos a todos nos demuestran cada vez más que debemos prevenir y proteger la salud psicosocial de todas las personas. Todo ello, sin dejar atrás a aquellas que, por sus circunstancias, ya se encuentran en una situación de vulnerabilidad.
Allí donde todos somos vulnerables
La vulnerabilidad psicosocial se refiere a la exposición de una persona a factores que pueden afectar a su salud mental y a su bienestar emocional. Se trata de personas que pueden tener un mayor riesgo de sufrir trastornos mentales y de tener dificultades para afrontar ciertas situaciones.
Los factores que hacen que una persona pueda estar en esta tesitura, realmente, son muchos y muy variados. Pues, abarcan desde el bajo nivel socioeconómico o la falta de acceso a servicios de salud, como la falta de apoyo social y emocional, la exclusión social o la discapacidad intelectual, entre otros.
En este sentido, todos los grupos por tramos de edad pueden ser especialmente vulnerables por casuísticas diferentes. Si atendemos a los tramos de edad, cada grupo puede tener unos factores de riesgo muy diversos. En el caso de la infancia o de aquellas personas que no tienen aún una mente madura o cuentan con una salud mental más frágil, el actual contexto social puede despertar problemas como obsesiones, adicciones, trastornos o alteraciones de la conducta. En el caso de los jóvenes, puede afectar por ejemplo la situación laboral y, en los ancianos, entre otros, el deterioro cognitivo, que también afecta a la situación psicosocial.
Aquellos con más riesgo
Con todo ello, hay muchos millones de personas en situación de vulnerabilidad psicosocial en el mundo afectadas por infinitas causas. Entre ellas, sin ir más lejos, se encuentran los más de 7 millones de personas en España que padecen algún tipo de trastorno mental, tal y como señala el Observatorio de Salud Mental de España.
Cabe destacar que, aunque todas las personas podemos atravesar esta situación en algún momento de la vida, hay algunas que se encuentran especialmente en una situación de vulnerabilidad. Este es el caso, entre otros, de las personas con discapacidad intelectual y/o con alguna enfermedad o trastorno mental.
En España, son concretamente más de 860.000 personas las que tienen discapacidad intelectual o enfermedad mental, tal y como apunta el Instituto Nacional de Estadística (INE), y que se enfrentarían a una situación de vulnerabilidad psicosocial. Asímismo, esto se agrava teniendo en cuenta otros factores de riesgo, como su ampliamente sensible salud mental: 1 de cada 3 personas en el mundo con discapacidad intelectual tiene problemas de salud mental, tal y como destacan desde European Association for Mental Heatth in Intellectual Disability.
Multitud de retos en conjunto
La vulnerabilidad psicosocial no es una condición permanente, sino que es algo que puede variar a lo largo del tiempo y puede ser modificada a través de intervenciones y medidas de apoyo. Por ello, la inclusión de estas personas en la sociedad y la rotura de los estigmas es una misión en conjunto.
Aunque desde las instituciones se refuerzan las ayudas, queda mucho por hacer. Para avanzar en este objetivo, se hace necesaria la creación de modelos educativos y de apoyo capaces de acompañar a las personas en todos los ciclos de su vida. Todo ello, para crear un servicio integral 360 que les permita desarrollar al máximo sus capacidades y les otorgue los apoyos necesarios para mejorar su calidad de vida y conseguir más autonomía e independencia.
Hasta el momento, era difícil conseguir esto desde una misma institución. Ya que, además de que se requieren apoyos centrados en las necesidades de cada persona y adaptables a las diferentes etapas de su vida, es necesario potenciar la formación y los acuerdos entre entidades para generar empleo adaptado.
Este, sin duda, es uno de uno de los principales restos a los que nos enfrentamos: la inserción de estas personas en el mundo laboral. Pues, el empleo es uno de los pilares más esenciales para avanzar hacia la consecución de una mayor independencia para las personas con discapacidad intelectual o enfermedad mental que, en muchas ocasiones, se encuentran con limitaciones impuestas culturalmente y que nada tienen que ver con el desarrollo real de sus capacidades.
Para ello, además de la implicación de las instituciones y del tejido empresarial, se hace imprescindible poner en marcha sistemas educativos que sean capaces de ofrecer una formación especializada para estas personas. De modo que puedan optar a puestos de trabajo cualificados y de calidad.
Nuevos caminos
Desde algunas entidades sociales llevamos años trabajando para aumentar los apoyos necesarios en todas las etapas de la vida de estas personas y desde los diversos puntos de apoyo posibles: asistencia, formación y empleo. Todo ello, para avanzar hacia la inclusión social y laboral de personas en situación de vulnerabilidad psicosocial, especialmente con discapacidad intelectual y/o enfermedad mental, mejorando su calidad de vida y aumentando todo lo posible la independencia y autonomía de cada persona.
Para ello, se han llevado a cabo multitud de proyectos y se han puesto en marcha numerosos servicios para ofrecer una cobertura total, sin importar su edad o tipo de vulnerabilidad psicosocial.
Gracias al apoyo de los tejidos institucional y empresarial, poco a poco, se está consiguiendo. Este es el caso de Fundación Juan XXIII, que ya cuenta con un modelo de atención 360: atención temprana, educación especial, formación orientada al empleo, generación de oportunidades laborales, atención directa, curatela, apoyos integrales y terapias. Además, este año se ha puesto en marcha el Centro de Salud Psicosocial, cuyo objetivo es reforzar la atención y desarrollo del bienestar en el ámbito de la salud mental, discapacidad y trastornos del neurodesarrollo.
Con la puesta en marcha de estas iniciativas de innovación social para prestar apoyos y crear empleo inclusivo de calidad, demostramos que se puede desarrollar el potencial y las capacidades de todas las personas. Con ello, conseguimos las herramientas necesarias para continuar avanzando hacia una sociedad más justa e inclusiva para todos.
Javier Arroyo es director general de la Fundación Juan XXIII