Es harto sabido que las lenguas son más que vehículos de comunicación.
Constituyen el carácter y la identidad de las personas y de los pueblos. Las lenguas son tan vitales como el aire que respiramos, nos apropiamos de ellas sin esfuerzo, las adquirimos desde que nacemos, y crecemos con ellas. Las usamos para todo tipo de propósitos y a través de ellas, proyectamos nuestro universo interior.
En este Día Internacional de las Lenguas de Signos que se celebra cada 23 de septiembre, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 19 de diciembre de 2017, adquieren legítimo protagonismo esas "otras lenguas" visuales y manuales que tienen como materna una de cada mil personas. Como no oímos u oímos mal, en la historia han emergido y desarrollado diversas lenguas de signos siguiendo un curso natural que hacen posible la comunicación de tantísimas personas sordas y sordociegas en cualquier situación imaginable a lo largo y ancho del mundo.
Hemos heredado y asimilado las lenguas de signos por absoluta necesidad, pero cuando las cosas se observan desde fuera cuesta entender que estas lenguas son tan naturales y dignas como otras. Dado que las personas sordas nos encontramos en todos los rincones conviviendo con las oyentes, necesitamos dos o más lenguas según el entorno social y el contexto comunicativo. Quienes vivimos en Madrid, por ejemplo, empleamos la lengua de signos española y el castellano y no podemos prescindir de ninguna. Y quienes viven en Cataluña necesitan la lengua de signos catalana, el catalán y cualesquiera otras lenguas. El hecho de que utilicemos las lenguas de signos, lo hacemos por cuestiones biológicas y por las mismas razones por las que hablan su lengua las personas que oyen.
Sin embargo, ¿en verdad aprendemos las lenguas que necesitamos?; ¿las lenguas que aprendemos satisfacen nuestras necesidades comunicativas en toda situación y circunstancia?; ¿por qué millones de personas sordas en todo el mundo no pueden aprender la lengua que necesitan, eso es, la lengua de signos? Si sordos y oyentes compartimos el mismo entorno, ¿por qué los segundos no pueden aprender la lengua de signos en la escuela en el lugar que corresponde a la lengua segunda o lengua extranjera?; ¿por qué deben aprender francés o alemán cuando es posible que no la necesiten?; ¿por qué no pueden aprender la lengua de signos para comunicarse con sus compañeros, vecinos o primos sordos?.
Si la lengua de signos española y el castellano, por ejemplo, están abocados a cohabitar en situación de contacto ineludible, necesitamos aprender las dos lenguas para asegurar la construcción personal y la cohesión social. Pero no de cualquier manera ni a cualquier precio. Aprender las lenguas que necesitamos supone elegir aquellas con las que mejor observamos el universo, con las que expresar los pensamientos por la vía más natural o cómoda y llevar una vida que tenga sentido, aunque no sean las lenguas del hogar o las oficiales del territorio. Para muchas personas sordas, las lenguas de signos no solo son necesarias, sino insustituibles, y accedemos naturalmente a ellas como cualquier oyente aprende español, noruego o japonés. La adquisición de la competencia lingüística general pasa por el necesario aprendizaje de la lengua de signos como lengua primera y constructora de conocimientos previos y de sentidos. De esta forma, es posible aprender la lengua oral como segunda lengua con proyección funcional. Y no al revés.
Las lenguas de signos necesitan un cambio de destino histórico para evitar la desigualdad lingüística, ganar en prestigio y ser bien vistas como las lenguas mayoritarias. Las políticas lingüísticas se alzan para proteger las lenguas más débiles, pero olvidan que los derechos son para las personas. En este día que celebramos por las lenguas de signos que existen en el mundo, es fundamental que las instituciones responsables resalten el valor patrimonial de las lenguas minoritarias y desarrollen medidas políticas con el objetivo de mejorar las condiciones vitales de los grupos lingüísticos. En este sentido, es imprescindible que la educación se lleve a cabo en la lengua propia de cada comunidad lingüística, que la lengua de signos pueda realizar todas las potencialidades sociales disponibles y se reconozcan los derechos lingüísticos de las personas signantes. Aprender las lenguas que necesitamos implica impulsar el desarrollo de las lenguas minorizadas asegurando una serie de condiciones como leyes, presupuestos y, sobre todo, mucha voluntad.
María Luz Esteban Saiz, del Centro de Normalización Lingüística de la Lengua de Signos Española (CNLSE), con motivo de la Semana Internacional de las Personas Sordas y en este contexto, el Día Internacional de la Lengua de Signos, este 23 de septiembre.