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La COP27 es la reunión del grupo de 198 países firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y tiene lugar en la ciudad egipcia de Sharm El-Sheikh del 6 al 18 de noviembre.
Seguro que os suena esta cumbre porque los organismos internacionales ya están hablando mucho de ella. Pero, por si acaso, te damos algunas claves. La Conferencia de las Partes (COP) es la reunión del grupo de naciones en la que se comprometen a actuar conjuntamente para estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
La más reciente, la COP26, se celebró en Glasgow en 2021 y culminó con el Pacto Climático de Glasgow, que reafirmó el objetivo del Acuerdo de París de 2015 de limitar el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2°C respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitarlo a 1,5°C.
No obstante, los acuerdos de la COP26 fueron claramente insuficientes, sobre todo teniendo en cuenta la importancia de actuar de forma urgente ante el cambio climático. Las concentraciones de gases de efecto invernadero vuelven a romper un récord en 2022. Según el Programa para el Medio Ambiente de la ONU (PNUMA), dejan al mundo camino de alcanzar un incremento de la temperatura entre 2,4ºC y 2,6ºC, muy por encima del límite de 1,5ºC. Estos aumentos de las temperaturas nos abocan a potenciales colapsos ecosistémicos, incendios más grandes y más agresivos, mayores sequías e inundaciones (como la acaecida este año en Pakistán, donde prácticamente la mitad del país se encontraba bajo el agua) o una expansión del verano en España de más de 40 días si lo comparamos con 30 años atrás.
La COP27 se presenta como una nueva oportunidad para que los Gobiernos de los distintos países se unan de una manera sistémica y contundente para luchar contra esta emergencia, dejando de lado sus diferencias y uniendo fuerzas ante lo que se presenta como el mayor reto planetario.
Desde Ayuda en Acción creemos fervientemente que los seis temas claves en la agenda de esta cumbre que son determinantes serán:
1.- Adaptación al cambio climático
La crisis climática ya está aquí y todas las personas tenemos que adaptarnos a ella. Esto es, si cabe, más importante en los países en los que además de sufrir desastres naturales tales como incendios, inundaciones, huracanes, o sequías, sufren mayores índices de pobreza. De hecho, cada vez para más personas la adaptación al cambio climático es una simple cuestión de supervivencia.
Por esto, es fundamental que las comunidades sean más resilientes a los impactos climáticos. Esto es, que estén preparadas para eventos climáticos destructivos de manera que puedan no solo mitigarlos sino reponerse de ellos. Es por ello que desde Ayuda en Acción queremos hacer llegar un mensaje claro a los Gobiernos, incluyendo el español. Nuestro mensaje, como el de otras muchas organizaciones es que necesitamos dedicar más esfuerzos, coordinación e inversión a elevar las medidas de adaptación al cambio climático. En España, por ejemplo, usamos más del 80% de nuestra agua para el riego de cultivos intensivos. En un país con sequías recurrentes y un avanzado estado de desertificación, pensamos que es urgente adaptar los modelos agrícolas para que sean más resilientes. La propia ONU reclama acciones como construir o adaptar carreteras y puentes para que soporten temperaturas más altas y tormentas más potentes, incorporar sistemas en las ciudades situadas en el litoral para evitar inundaciones en las calles y el transporte subterráneo o buscar nuevas formas de limitar los desprendimientos y los desbordamientos procedentes de los glaciares en las regiones montañosas.
2.- ¿Existe esta financiación? ¿Cuál sería la mejor forma de movilizarla?
La inversión en adaptación al cambio climático se ha demostrado como la única y la mejor estrategia a corto y largo plazo. Con ella se protegen a la vez infraestructuras, ecosistemas y vidas humanas. Según un informe de 2019 de la Comisión Mundial sobre la Adaptación, una inversión mundial de 1,8 billones de dólares en sistemas de alerta temprana, infraestructuras resistentes al clima, mejora de la agricultura y protección global de los manglares podría generar 7,1 billones de dólares por costes evitados y beneficios sociales y medioambientales. El acceso universal a los sistemas de alerta temprana puede reportar beneficios hasta 10 veces superiores al coste inicial.
Por todo esto las economías más avanzadas --incluyendo los grandes países industrializados como China, India, Brasil, la UE o EEUU-- deben cumplir con su compromiso de movilizar conjuntamente al menos 750 000 millones de dólares estadounidenses anuales para abordar la urgente necesidad de apoyar a los países menos avanzados en sus procesos de adaptación.
Por último, sobre la mesa de negociaciones se volverá a plantear un sistema de compensaciones que hasta ahora ha sido negado por los países más ricos y más desarrollados pese a que son los mayores responsables del cambio climático. Desde Ayuda en Acción exigimos la puesta en marcha de este fondo para que los países más contaminantes paguen a los menos desarrollados y más afectados por los daños y perjuicios causados por el cambio climático.
3.- ¿Cómo transitar a un modelo energético equitativo?
Es necesario reducir las emisiones de gases globales de efecto invernadero y para evitar los impactos más negativos del cambio climático. Creemos, además, que hay que hacerlo de forma urgente.
Para conseguirlo hay que dejar de depender de los combustibles fósiles e invertir desde ya únicamente en un modelo de transición energética equitativo a través de fuentes de energía alternativas renovables. Tenemos la convicción de que esta transición energética equitativa solo podrá desarrollarse si la acompañamos de una mayor responsabilidad y cuidado de nuestros medios naturales y mediante un consumo que respete los límites planetarios. La UE podría ser el gran abanderado de este proceso, pero solo podrá hacerlo si contamos con una ciudadanía convencida y empoderada. El rol de cada persona será de vital importancia para demostrar al gobierno español que más es posible. Por ejemplo, en el último año la ciudadanía española ha instalado la solera de 2 GW de potencia solo con sistemas de paneles solares en sus techos, lo que equivale a una central nuclear.
4.- Pero... ¿podemos llegar a las emisiones netas cero?
El objetivo de llegar a las emisiones netas cero significa que hay que recortar las emisiones de gases de efecto invernadero hasta dejarlas lo más cerca posible de las emisiones nulas. Los gases de efecto invernadero (GEI) son aquellos que funcionan como el cristal de un invernadero, es decir, retienen el calor e impiden que se escape. Muchos de estos gases se producen de manera natural, pero, debido a la actividad humana, la concentración de algunos de ellos está aumentado, sobre todo las de dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso y gases fluorados.
Aunque existen estrategias aprobadas para lograr la neutralidad de carbono, como el aprobado por España para 2040, los planes actuales no son suficientes (ya que muchos países no tienen actualmente estrategias parecidas) ni tan ambiciosos como deberían.
Desde Ayuda en Acción pensamos que los tiempos planteados deben acelerarse, respondiendo a una lógica de protección humana y conservación del medio ambiente y frente a la actual crisis climática. Para ello, acelerar la transición a medios de transporte sostenibles o la eliminación del uso de centrales térmicas es esencial y debe acometerse en el corto plazo.
5.- La alimentación
La crisis climática tiene grandes consecuencias en la pobreza y el hambre. Este año, según el reciente informe publicado del Global Hunger Index, el progreso en la lucha contra el hambre se ha estancado tras años de avance. La inseguridad alimentaria es realmente grave en muchas partes de este mundo y la tensión de las cadenas de suministros y los precios de los alimentos se han disparado tras la crisis provocada por la COVID-19 y la guerra en Ucrania.
Para luchar contra esto hay que tener estrategias enfocadas a mejorar los sistemas agroalimentarios aumentando su sostenibilidad. Además es necesario reducir el consumo de carne y derrochar menos alimentos (se derrocha entre un 25 y un 30% de la comida que producimos). Por otro lado, necesitamos transitar a modelos agrícolas regenerativos, reduciendo los agroquímicos y aumentando la eficiencia en la producción de alimentos (eliminando procesos que aceleran la deforestación o empobrecen los suelos).
6.- ¿Necesitamos conservar la naturaleza?
La protección y conservación de las áreas de alto valor ambiental es fundamental para que el planeta siga respirando, pero también es necesaria la recuperación de áreas degradadas. La tala indiscriminada de bosques o selvas en Centroamérica para abrir pastos de baja calidad provoca no solo una cantidad inmensa de emisiones de gases de efecto invernadero (ya que se libera el carbono que estos han estado almacenando), sino la degradación de suelos y la eliminación masiva de vida salvaje.
Pero, además, los ecosistemas marinos y costeros capturan aún más C02 que los bosques. Hablamos de manglares, pantanos o arrecifes en los que se entierran grandes cantidades de carbono azul. Sin embargo, el aumento de las emisiones del efecto invernadero está calentando y acidificando el agua del mar. Esto ha provocado graves consecuencias para la vida subacuática y reducido la capacidad del océano para absorber dióxido de carbono.
Para proteger estas áreas no vale con financiación y estrategias internacionales. Tenemos que mirar a lo local y a las comunidades que están en mayor relación con la naturaleza, que son sus garantes y protectores. Como se ha demostrado en muchas regiones de Latinoamérica, las propias comunidades son las únicas capaces de parar los procesos de expansión ilimitados de los grandes proyectos industriales. Permitir e impulsar que los Gobiernos regionales y locales hagan propias las estrategias de protección de estas comunidades, y de sus activistas medioambientales, es fundamental para luchar contra el proceso de degradación ambiental acelerado. La inclusión de las comunidades indígenas en la protección de la tierra es, por tanto, fundamental: son quienes la han protegido a lo largo de la historia y quienes viven de sus recursos.
Artículo publicado en la web de Ayuda en Acción en colaboración con Carlos Sordo, experto en energías renovables, cambio climático y medio ambiente de la ONG