Publicado 12/03/2021 16:28

"Covid, cambio y Tercer Sector". Por el presidente de Fundación Lealtad, Salvador García-Atance Lafuente

El presidente de Fundación Lealtad, Salvador García-Atance Lafuente
El presidente de Fundación Lealtad, Salvador García-Atance Lafuente - FUNDACIÓN LEALTAD

   Una democracia liberal del siglo XXI exige una estructura institucional en la que haya un cierto equilibrio entre el sector público, el sector empresarial o de mercado y el Tercer Sector (conjunto de asociaciones y fundaciones sin ánimo de lucro). La situación en la que se encuentra nuestro país y los cambios en las preferencias de las empresas e inversores configuran un reto y una oportunidad para que nuestras ONG adquieran el peso que necesita nuestra democracia.

   La crisis económica, sanitaria y social producida por la COVID-19 afecta estructuralmente al Tercer Sector. En primer lugar, su financiación va a disminuir, siendo las ONG que dependen más de la financiación pública las más perjudicadas, como sucedió tras las crisis de donaciones y subvenciones del 2011/2012. En segundo lugar, el sector tendrá que ajustarse para aprovechar el incremento de productividad generalizado fruto de la transformación digital, logística y laboral que generará la COVID-19, (incremento que también se produjo tras la gripe española y la Segunda Guerra Mundial).

   Por otra parte, las ONG tienen un peso importante en el sector sanitario y de protección social (representa un 25% de la actividad de las ONG) y, por tanto, tendrán que incorporar los cambios necesarios que se han generado con el proceso de aprendizaje durante esta pandemia. Por último, la sociedad se ha vuelto más sensible a la necesidad de soluciones solidarias, pero también más precavida y exigente con las instituciones asistenciales, lo cual va a afectar al nivel y condiciones de su colaboración con las ONG.

   Además de la situación generada por la COVID-19, el Tercer Sector se enfrenta a la difuminación de los límites entre las instituciones mercantiles y las filantrópicas. Cada vez más empresas se comprometen a incluir restricciones medioambientales, laborales o sociales a la hora de maximizar sus beneficios. Además de la consolidación de la responsabilidad social corporativa, surgen nuevos conceptos como las empresas sociales y las sostenibles. Desde el lado de la financiación proliferan las restricciones éticas o medioambientales para los fondos de inversión, que afectan ya al 50% de los fondos en España y surge la inversión de impacto, que se dirige a proyectos que producen un impacto social positivo y directo y que trata de medir no solo su efecto directo, sino también el efecto agregado en la sociedad. Todo ello genera un continuo de instituciones en las que invertir, colaborar o donar, lo que plantea una nueva estructura funcional y operativa y una nueva competencia por la financiación, donde se solapan en ocasiones los conceptos de inversión y donación.

   Las ONG tienen algunas ventajas para hacer frente a esta situación. Son una de las instituciones que generan más confianza entre los españoles, lo cual permite pensar que su mensaje tiene más capacidad de llegar fácilmente a la sociedad civil. El Tercer Sector tiene un capital humano voluntario y profesional, formado por una gran proporción de jóvenes y mujeres. Es más flexible y capaz de ajustarse a los cambios estructurales y tecnológicos que el de las empresas o el sector público. Por último, las ONG son las únicas instituciones que se financian básicamente con donaciones, ya sean subvenciones del sector público o aportaciones de la sociedad civil. Son también las que hacen llegar la ayuda donde nadie más llega gracias, entre otros factores, a su experiencia y estructura. Esas características les confieren una singularidad que no posee de forma nítida ninguna otra empresa ni organismo público.

   Las ONG tienen dos desventajas. A diferencia de las empresas, las ONG no tienen clientes que incentiven la competencia de manera directa, por lo que resulta más difícil identificar unas posibles malas decisiones que el sector empresarial descartaría de manera automática. Pero más importante aún es el freno al cambio que produce la idea subconsciente que tenemos muchos de los que trabajamos en este ámbito de que las buenas intenciones son suficientes.

   Dadas estas condiciones de partida, proponemos para las ONG cuatro tipos de medidas estratégicas:

   Primero, explicitar la diferencia. Las ONG son las únicas instituciones puramente sin ánimo de lucro. No ofrecen más rentabilidad a los donantes que la satisfacción de su labor de ayuda social y no invierten para obtener una rentabilidad financiera (excepto por su gestión de tesorería y sus inversiones de la dotación fundacional en el caso de las fundaciones). Su fin es gastar en sanidad, educación, apoyo a personas con discapacidad, mayores o en exclusión, llegando donde no llega nadie. Esa diferencia hay que ponerla en valor.

   Segundo, es necesaria una cierta consolidación. El sector está muy atomizado y hay actividades en las que son importantes las economías de escala. Además, debemos ser conscientes de que lo decisivo es que la ayuda (el hospital, el pozo o la educación) llegue y mucho menos importante quién la provea. La unión de esfuerzos debe primar sobre el protagonismo individual, ya sea de personas o de organizaciones.

   Tercero, es necesario mejorar la gestión. Las ONG han tenido una mejora de gestión substancial en los últimos 20 años, pero queda un amplio margen para completar ese camino. El hecho de que no exista ánimo de lucro no nos libera de que los recursos que la sociedad pone a disposición del Tercer Sector sean escasos y, por tanto, deben ser empleados con la máxima eficiencia. La sociedad civil va a comparar la gestión en las ONG con las empresas sociales y los fondos de impacto y esto exige mejorar la gestión en general y la medición de resultados en particular.

   Por último, la rendición de cuentas rigurosa y sistemática será indispensable para conseguir la financiación necesaria en los tiempos difíciles y más competitivos que viviremos los próximos años.

   No podemos dejar de mencionar la importancia de que los donantes actúen responsablemente, informándose antes de donar y exigiendo, más tarde, información de lo conseguido con su donación. Esa actuación es imprescindible para que las ONG entren en procesos de mejora continua.

   España necesita un Tercer Sector fuerte y la situación que hemos descrito es un buen momento para crecer. Si esto sucede tendremos una sociedad mucho mejor.

   Salvador García-Atance Lafuente es presidente de Fundación Lealtad.

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