Aunque las cifras del paro han bajado, en España continúa habiendo más de 2,7 millones de personas sin empleo. Esta situación, unida a la alta temporalidad, los bajos salarios y otras condiciones laborales precarias, acerca a parte de la población a un círculo de pobreza y exclusión. Se trata de un problema persistente que, precisamente por eso, no podemos pretender solucionar aplicando viejas fórmulas.
La innovación social tiene cada vez más peso en las agendas de las administraciones públicas y del tercer sector. Sin embargo, no es un concepto que se preste a definiciones cortas ni sencillas.
Innovar en lo social va mucho más allá de incorporar elementos nuevos a la lucha contra la exclusión. Significa repensar de forma integral todas las estrategias que se utilizan para resolver problemáticas sociales, incluidas las que tienen que ver con empleo y emprendimiento. Desde hace años, y con creciente intensidad, ONG, Gobiernos y entidades se esfuerzan por aplicar esta máxima a sus acciones, algo que en el fondo supone cuestionarse su trabajo a cada paso y arriesgar.
Pese a las dificultades que entraña llevar a la práctica este nuevo paradigma, la Unión Europea está dando grandes pasos para que pueda desarrollarse. No solo ha insertado la innovación social en su marco jurídico, sino que ha creado un nuevo Centro Europeo de Competencias para la Innovación Social, que aspira a convertirse en un punto de encuentro e información especializada para todo el continente.
Esta plataforma ofrecerá un espacio dinámico para que los distintos actores sociales de los países comunitarios pongan en común sus necesidades, prácticas o investigaciones relacionadas con la innovación social. El objetivo del centro, que se nutrirá a su vez de plataformas nacionales con el mismo perfil, no solo es optimizar recursos o validar propuestas que se estén llevando a cabo en distintos puntos del mapa, sino generar conocimiento, aportar herramientas y propiciar colaboraciones entre países. Eso sí, su éxito dependerá de que todos los actores involucrados -ONG, Administraciones públicas y entidades - participemos en su construcción de manera activa.
El Fondo Social Europeo Plus (FSE+), principal instrumento financiero de la Unión Europea para apoyar políticas de inclusión social, formación y empleo en todo el territorio, continuará en paralelo incentivando nuevas fórmulas para combatir la desigualdad. Lo hará a través de convocatorias dirigidas a proyectos de experimentación social, iniciativas para fomentar la cooperación transnacional y programas destinados a cofinanciar acciones sociales innovadoras al 95%.
Todo ello contribuirá a que las entidades del tercer sector seamos más eficaces a la hora de alcanzar nuestros objetivos, como se expuso el pasado 9 de junio en el XI Foro de Empleo y Emprendimiento Inclusivo, organizado por la Red Europea de Innovación por la Inclusión de Acción contra el Hambre. Pero, sobre todo, nos ayudará a seguir profundizando en algunos de los desafíos que plantea la innovación social:
.- Investigar para diseñar soluciones nuevas.
Hay que invertir en I+D para crear estrategias y metodologías efectivas de intervención sociolaboral, capaces de adaptarse a contextos complejos y en transformación. Es preciso experimentar para aprender, incluso de los fracasos.
.- Involucrar a las personas con las que trabajamos.
Las personas en riesgo de exclusión social deben ser parte activa de la solución y contribuir a diseñar los proyectos destinados a ayudarlas. La innovación social se genera en el intercambio y tiene vocación emancipadora.
.- Aportar valor añadido a la sociedad.
Cuando un proyecto es innovador en lo social, no solo beneficia a las personas vulnerables a las que va dirigido, sino al conjunto de la ciudadanía. Así lo demuestran proyectos de inclusión sociolaboral en los que ganan empresas y empleados.
.- Aplicar enfoques transversales.
La vulnerabilidad y la exclusión social no responden a una sola causa, sino a múltiples factores que están interconectados y son dinámicos. Debemos tener en cuenta todos ellos a la hora de abordar las problemáticas sociolaborales.
.- Tejer alianzas público-privadas.
Las instituciones públicas europeas y españolas son poderosas herramientas de financiación y encuentro. Su colaboración con empresas o entidades humanitarias, expertas conocedoras del terreno, permite aunar esfuerzos y obtener mejores resultados.
.- Compartir conocimientos.
Nuevas iniciativas en curso, como la base de datos social europea Social Innovation Match (SIM) o el Centro de Referencia para la Innovación Social (CERIS), que prepara el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, facilitarán el intercambio de experiencias y saberes.
.- Usar la tecnología para crear evidencia.
Tan importante es diseñar buenas estrategias como medir su impacto. Los actores sociales han de servirse de todos los nuevos medios al alcance para mejorar su trabajo y optimizar sus recursos.
.- Generar transformaciones sostenibles.
Además de promover cambios positivos y justos, los proyectos de innovación social han de ser capaces de mantenerse a largo plazo desde un punto de vista social, económico y medioambiental.
.- Replicar y escalar los proyectos que funcionan.
Si una acción social tiene éxito, debería poder ser copiada e implantada en otros contextos. Los futuros centros de competencias para la innovación social que se pondrán en marcha en los Estados miembros de la Unión Europea, incluida España, trabajarán en esta dirección.
.- Cambiar tan rápido como cambia el mundo.
Los procesos de transformación social son complejos y cambiantes. Urge adaptarse a ellos para atender bien las nuevas formas de vulnerabilidad que generan. Necesitamos desarrollar nuevas destrezas y ser siempre flexibles.
Por Luis González, director de ingeniería técnica y de Acción Social de Acción contra el Hambre.